Daniel Galantz es un fantástico humorista gráfico que los que siguen este blog ya conocerán. Para los que no lo conozcan recomiendo que visitéis su blog GALANTZ.

Pues bien, cual fue mi sorpresa cuando hace unos días abrí mi correo y vi un mensaje suyo en el que me enviaba un bonito diseño para El Microrrelatista. Me gustó mucho y es el que podéis ver en la cabecera de esta página.

¡Gracias Daniel!

martes, 21 de diciembre de 2010

La vidriera II



Silvia Lainez había viajado nuevamente con su esposo, esta vez con un plan bien acordado: Lisandro haría las entrevistas a sus clientes más temprano y no regresarían de noche. Bajo esas condiciones, Silvia aceptó la invitación. Ya casi estaba terminado el trabajo de la jornada y el mediodía sugería un descanso reparador, para lo cual, nada mejor que un fresco y liviano almuerzo en un paquete restaurante vegetariano.  Sólo restaba un cliente y Lisandro habría de visitarlo a la siesta, como era costumbre hacerlo con él, ya que a esa hora el trabajo menguaba. Llegaron al lugar y el ruido atronador de una tormenta de verano acuciaba sobre los árboles. El desplome de un rayo a lo lejos y luego la lluvia refrescante, motivó a Silvia a apoltronarse, como era su costumbre, en el asiento del acompañante. Miraba correr la lluvia por el parabrisas y recorría desde abajo hacia arriba, los árboles que se bamboleaban con el viento. El cielo se oscureció aún más, por gruesas nubes grises.
Cuando giró su cabeza hacia la vereda de enfrente descubrió una inmensa vidriera, esta vez con maniquíes sin brazos.
_ ¡Qué mal gusto!, pensó Silvia Lainez. Su marido había prometido regresar pronto, pero la mujer sabía que ésa, era una promesa siempre incumplida. Contaba con tiempo a favor, decidió entonces, disfrutar del momento bajo la lluvia. Sus ojos se fueron cerrando lentamente en un revoleo hacia las gotas que golpeaban las ventanillas, cada vez más frecuentes. De pronto, un ruido estruendoso, parecido a una explosión la hizo sobresaltar:
_ ¿Y eso qué fue? se preguntó. Agazapada en el asiento, se incorporó despacito. Vio todo, calle y lluvia por medio: un hombre de apariencia joven se retorcía en el suelo. Una mujer rubia de espaldas, lo miraba indiferente, sin prestarle ayuda alguna. Llevaba el pelo mojado y se cubría con un impermeable gris. En su mano aún humeante un pequeño revólver. La vereda estaba desierta, no había movimiento ni de personas ni de automóviles, sólo los maniquíes sin brazos miraban horrorizados el charco de sangre que se iba agrandando con el fluir de la sangre, debajo de la cabeza del hombre. La mujer rubia se retiró, se fue caminando, perdiéndose en la cortina gris de la lluvia de verano. Silvia pensó rápidamente en pedir ayuda y sigilosa, se bajó del coche. Corrió hasta dónde estaba el hombre, lo tomó con cautela por sus hombros, manchándose las manos con sangre y, lo habló: Nada, le cerró los ojos claros desorbitados y gritó:
_ ¡Ayuda, ayuda, por favor!, sollozando y con el corazón acelerado golpeó la vidriera fuertemente.
_ ¡Qué alguien me escuche, por favor, que alguien me escuche: han matado a un hombre!
 Los maniquíes sin brazos la miraban compasivos, sin poder decirle que no había nadie en el local. Desesperada, Silvia seguía golpeando la vidriera. _Silvia, Silvia ¿No quieres bajarte y tomar un refresco? ¡Hace tanto calor! Le llegó la voz de su marido, con tono amable y hecha un susurro, como de muy lejos y abriendo de golpe los ojos se abrazó a Él.
_ ¿Escuchaste, Lisandro? Preguntó aferrada y temerosa.
_ ¿Qué cosa? contestó el hombre.
_ Mi pedido de auxilio, una explosión. . .
_ No querida, no escuchamos nada, es hora de siesta y lluvia, habrá sido un rayo a lo lejos completó Lisandro.
_ ¡No, No!, mataron a un hombre recién, una mujer rubia y se murió, pobrecito, nadie vino a ayudarlo, enfrente, enfrente. . . ya casi sin voz, explicaba Silvia ante la mirada indolente de su esposo que no entendía nada.
_ No, querida has soñado otra vez, no hay nada en la vereda de enfrente.
_ Pero yo lo vi, me había dormido y me desperté, estaba ahí en medio de un charco de sangre ¡Por Dios!
_ ¡Lisandro!, exclamó, ¡Lisandro gritó! ¿Qué han hecho?

_Vamos, repuso Lisandro, vamos a ver, para tranquilizarla.
Se pararon en la vereda todavía mojada por el agua de lluvia, limpia, a pesar del revuelo de hojas caídas. Desde la vidriera los maniquíes parecían sonreir.
_ ¿Ves, querida?, no hay nada, nada, tuviste una pesadilla por dormirte en el auto. Otra vez te bajas conmigo, reprochó el esposo.
Lisandro observó sobre el cristal de la vidriera restos de sangre. No dijo nada y volvieron al automóvil. Estaban por irse ya, empujados por el intenso calor que sobrevino a la lluvia de la siesta. Casi suben al vehículo, cuando de la nada emergió, raudo, un patrullero. Un agente policial se bajó y preguntó:
_ Recibimos una llamada de auxilio, pero no pudieron precisar la altura de la calle, sólo que había una gran vidriera. ¿Saben algo Uds.?
_ No, nada agente, no somos de este barrio y ya nos íbamos.
Lisandro condujo en silencio. Silvia lo acompaño con los ojos bien abiertos, mientras se miraba y restregaba las manos, una y otra vez. . .


Millz M

1 comentario:

Torcuato dijo...

Queridos amigos colaboradores. Antes de nada, agradeceros vuestras aportaciones puntuales a El Microrrelatista pero, me veo en la obligación de recordar que el título de este blog define que es lo que se puede encontrar aquí, es decir, microrrelato. Yo entiendo que un microrrelato no ha de pasar de 300 palabras, y eso, tirando alto. Por lo tanto os pediría que a partir de ahora os atuvieseis a ese tamaño. Ya se que no os dije nada al principio pero creo que para formatos de cuento y relato ya hay otros blogs.
Espero que comprendáis esta postura.

Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)


1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.


Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.