“Recuerda a papá que baje la tapa”. Repetía mi madre como un mantra. Desde la puerta de la calle, antes de ir a comprar. “Recuerda a papá” soltaba. Ella murió después de tanto tiempo juntos que hasta se pegaron el Alzheimer.
Los dos quietos como estatuas. Siempre dispuestos para las cabriolas de sus nietos. Mirándoles todo el rato, vacíos y ensimismados.
Ella murió y dejó a mi padre pegado al sillón. Capaz sólo de ir al baño y mear haciendo círculos con la tapa siempre subida.
Hoy cuando he oído el golpe no me ha sorprendido lo que he visto.
Algún día, tenía que hacerla caso.
2 comentarios:
Vaya, me ha impresionado Alberto.
Tiene matices duros y cómicos,algo muy difícil de conseguir.
Bicos grandotes.
Gracias Carmela.
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