Daniel Galantz es un fantástico humorista gráfico que los que siguen este blog ya conocerán. Para los que no lo conozcan recomiendo que visitéis su blog GALANTZ.

Pues bien, cual fue mi sorpresa cuando hace unos días abrí mi correo y vi un mensaje suyo en el que me enviaba un bonito diseño para El Microrrelatista. Me gustó mucho y es el que podéis ver en la cabecera de esta página.

¡Gracias Daniel!

lunes, 6 de diciembre de 2010

El lector.


(Sé que esto no es un microrelato (sé contar...). La cosa es que a este cuento le tengo un cariño especial. En él se me juntaron dos pasiones: el masaje y escribir cuentos. Es por ello que quise compartirlo con ustedes. Mis disculpas... prometo no volver a hacerlo...)












     Entró en la sala dispuesto a dar el último masaje de la jornada. Como siempre, el incienso, las velas, la luz tenue y la música, incitaban a la calma, al sosiego y la interiorización.

     La mujer le esperaba ya tendida en la camilla, cubierta con una toalla. La observó un instante, recordando: Sara, masaje relajante. Se aproximó despacio y, suavemente, posó las manos sobre su espalda. Sintió cómo ella se removía perezosamente, sólo un poco, acomodándose, y cómo suspiraba profundo, aflojando el cuerpo. Cerró los ojos y esperó a que las respiraciones de ambos se acompasaran.

     Al retirar la toalla algo llamó su atención. La piel de la mujer aparecía surcada de finas líneas, en todas direcciones, a lo largo de la espalda, las piernas… de todo el cuerpo. Se acercó un poco más, con precaución, para dilucidar la naturaleza de aquellas filigranas. Eran letras, frases… que iban formando un texto, una suerte de relato. Sin interrumpir el contacto de sus manos con la piel, buscó curioso el comienzo de la historia. A la altura de los omóplatos halló el título:

“Mi vida y otros secretos”.

     Sus ojos y sus manos se hicieron entonces prójimos. Mientras unos leían devorando el texto, las otras amasaban, suave pero firmemente, aquella piel hecha para ser tocada. Se dejó atrapar por un relato que avanzaba hacia la adolescencia apuntando ya algo difuso,… un misterio, algo inefable, a la vez que sus manos bajaban hacia las caderas.

     En las nalgas, un paréntesis. Un párrafo indescifrable que hizo el suspense más intenso y el contacto más profundo.

     A lo largo de las piernas, de arriba abajo y viceversa, sinuosamente, la historia dibujaba una madurez prematura, plena de sucesos, fracasos y éxitos, una vida aventurera, valiente y plena que giraba siempre en torno a una maldición sin desvelar.

     En los talones encontró un salto de página… hasta el cuello, y allí, en la nuca, una nota del autor:

“Por favor, sigue leyendo”.

     Con el aliento en vilo y la voz en un susurro invitó a la mujer a darse la vuelta.

     Al verle la cara sintió un sobresalto. Aquel rostro desconocido le resultaba dolorosamente familiar. Podía reconocer en él a todas las mujeres a las que había amado. De alguna manera estaban ahí, no como un parecido leve sino como una aparición. Los ojos de ella estaban abiertos, inmóviles, fijos en las sombras del techo. Ansioso por seguir leyendo, inquieto, los tapó suavemente con un pañuelo de seda. Sus miradas se encontraron… sólo un instante pleno de confidencias, de complicidades.

     Retomó el relato en los empeines y, de nuevo, subiendo y bajando por las piernas se sumergió en él dejándose llevar por aquella crónica tan ajena como irremediablemente prójima. Sintió espuma en los huesos y la necesidad visceral de desvelar el misterio.

     En las plantas de los pies se deleitó con el tacto, con el intercambio de historias y sensaciones nítidas, calientes. En los dedos, una llamada en forma de asterisco le condujo hasta las clavículas.

     Allí la historia se precipitaba hacia el final haciendo la tensión insoportable mientras sus manos subían y bajaban por los senos. Comenzaron a formarse en su mente imágenes de sucesos que no había vivido, recuerdos de lugares que nunca conoció y cuando se aproximaba a la espiral que las líneas formaban en torno al ombligo, sintió vértigo, miedos forasteros que nunca antes había enfrentado.

     En el vientre, a punto de desvelarse por fin el misterio,… una advertencia:

“Aquel que conoce mi secreto no puede seguir viviendo”.

     Inmóvil, contuvo el aliento sintiendo un latir en sus sienes. Ella separó súbitamente los labios y exhaló despacio emitiendo un tenue suspiro.

Dudó aún un instante… sólo un instante eterno.

Nunca, nadie, volvió a saber de él.

Kum*... 

 

11 comentarios:

Kum* dijo...

Si han llegado ustedes hasta el final... es que no son tan perezosos como yo creía... o me tienen mucha paciencia.

En cualquier caso, gracias.

Quirobesos.

Stewart dijo...

Hola Kum* me ha parecido un relato magnífico, vertiginoso y sorpresivo con ese final abrupto e inesperado.

Muchas gracias por esta agradable lectura.

Abrazos cuánticos!!!

Susana Pérez dijo...

Creo que ya te lo dije en tu blog, pero consigues que me sumerja en los masajes, en las palabras...

Besos

Unknown dijo...

¡Soberbio masaje cerebral!
Bravo.

Unknown dijo...

¡¡¡10!!!
Me encantó amigo. Tomo la palabra de Carlos: SOBERBIO.
Jamás califico, hoy haré una excepción.
Kum*, he iniciado una página en mi blog a la que titulé 'cuentos breves de mis amigos' recién estoy empezando (ayer). Copio y pego, mis conocimientos técnicos no dan para mas. Date una vuelta, si no es de tu agrado lo quito inmediatamente.
Besos.

Belén Lorenzo dijo...

Con textos así, es fácil disculparte y hasta necesario pedirte que reincidas :o)
Un abrazo enorme para que te llegue sin problemas.

su dijo...

Maravilloso...

Puck dijo...

Volví a leerlo y volvió a encantarme. Es relajante y consigue hacerte desconectar y sumergirte en el masaje y el cuento. Felicidades de nuevo.
Un saludillo relajado

Puck dijo...

Volví a leerlo y volvió a encantarme. Es relajante y consigue hacerte desconectar y sumergirte en el masaje y el cuento. Felicidades de nuevo.
Un saludillo relajado

Maite dijo...

Sinceramente, no se puede parar de leer hasta llegar al final, enhorabuena. Un abrazo.

Juan Vásquez dijo...

genial, que suspenso, qué tanto leería en ese cuerpo?..
felicidades

Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)


1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.


Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.