Mientras el sol se ocultaba, dejando sus dedos rojizos marcados en el titilante mar. El barco se alejaba de mi vista.
Desde su cubierta ella me saludaba, me decía adiós, con su enorme melena roja cayendo por sus costados, dejando al descubierto, cuando el tenue viento le levantaba los mechones, unos preciosos hombros blancos, como las velas del navío.
-¡Te estaré esperando hasta el último día en este muelle, hasta el momento de tu regreso-grité tan fuerte; a pesar de ello, creo que no me escuchó.
Cada vez era más lejano su rostro, y desde su distancia podía ver como gritaba, pero sus palabras se perdían ahogándose en el mar, que cada vez nos separaba más.
Fue la última vez que la vi. Y aunque han pasado años desde el naufragio aún me pregunto a que sabrían sus labios...
2 comentarios:
Fluida preparación para el gran giro final. He leído con agrado lo que has escrito
Saludos cordiales
Un desenlace fatídico para la chica de pelo rojo... ¡Precioso relato!.
Un saludo.
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