Le encantaba decir historias adornadas de ingenuidad infantil, hasta que lo atraparon...
Sus mentiras hinchaban su nariz de proyectil.
Poco le importaba tal desdicha, su padre que era carpintero lo había creado con mucha pericia.
El domingo pasado, el cura Anselmo le dijo que sus pecados lo condenarán a quemarse en el infierno.
Desde entonces el chiquillo duerme cerca del primer peldaño de la escalera.
Siempre vigilando que los cerillos estén lejos, de su cuerpecito de madera.
6 comentarios:
Ay, Pinocho, ¿por qué son tan malas sus mentiras? ojalá a más de uno le creciera la nariz, incluso al cura Anselmo.
Un beso
No entiendo por cuál motivo entre tantos mentirosos Pinocho sea el que merece el desprecio de todos. Chivo Expiatorio que le dicen...
Un abrazo.
Que no era tan mentiroso Pinocho, tal vez un pelín exagerado.
Un saludo
Las mentiras de los pequeños, lejos de ser las maliciosas mentiras de toda la vida, es un ejercicio de fantasía, es un principio a la literatura fantástica, no te preocupes Pinocho :)
Que Pinocho tan paranoide y tan crédulo.
Ains, pobre pinocho.
Ojalá todos los mentirosos fuesen tan ingenuos como el.
Bicos.
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