De repente un comienzo brusco con una canción suave. Baja el pivote del despertador y se levanta. Sobre la mesilla descansan el reloj de pulsera y la billetera. En el suelo, el maletín con olor de cuero viejo. La ducha, el afeitado y en la memoria, el revuelo de falda bailando jarabe de su último viaje. Pone una pella de crema en las manos y la extiende sobre la cara. Va a la cocina. En el frigorífico, una pera falsa y un cuadrado con azul de cielo y avión, sujetan una nota que le recuerda que aún no ha recogido el traje de la tintorería. Lo hará a la vuelta. Dos sorbos de café y vuelta a la habitación. En el galán de noche, la camisa blanca, la corbata, los pantalones, la chaqueta y la gorra azules. Se viste frente al espejo. Un leve estremecimiento anuncia una mañana de hielo. El maletín en una mano, la puerta cerrada con dos vueltas de llave, el taxi, el aeropuerto y el avión a Nueva Delhi.
Poco antes de que el sueño huya, ella entra, hace un giro y de sus tobillos brotan gotas de metal. El reloj golpea el tiempo con ritmo severo. Saca una mano de la sábana, coge la radio y se coloca los auriculares. Las palabras se engarzan y forman un collar que resbala desde el embozo y se despeña en el suelo con sonido desgastado. Dormita. Vuelven las piruetas naranjas, las bolitas de hueso con sus cuatro hendiduras y las pulseras cuajadas de cascabeles. Y luego las piernas rectas y sus cinco y cinco dedos morenos mareados de tintineos rápidos mientras sus labios le cuentan un cuento que no entiende. Ella levanta una ceja, lo mira con la hondura de sus ojos acotados de negro, se aleja dentro de sus sueños y queda una página blanca donde se escriben las notas del sitar. El abejorro del despertador pica y rasga el silencio. Se levanta, va al servicio y sube la tapa del water. Mientras sacude las últimas gotas en la porcelana, se mira en el espejo. El ribete rojo, las lunas moradas, los ojos apagados, la piel y dos brochazos de ceniza en las sienes. Se acerca la jubilación y siente que ha llegado la hora de un solo lugar y una sola mujer. O dos, se anima mientras se recupera de los estragos de la noche tomando un café en el bar del aeropuerto. Y sueña con unas caderas que abanican el aire a ritmo de samba. Su próximo viaje.
Poco antes de que el sueño huya, ella entra, hace un giro y de sus tobillos brotan gotas de metal. El reloj golpea el tiempo con ritmo severo. Saca una mano de la sábana, coge la radio y se coloca los auriculares. Las palabras se engarzan y forman un collar que resbala desde el embozo y se despeña en el suelo con sonido desgastado. Dormita. Vuelven las piruetas naranjas, las bolitas de hueso con sus cuatro hendiduras y las pulseras cuajadas de cascabeles. Y luego las piernas rectas y sus cinco y cinco dedos morenos mareados de tintineos rápidos mientras sus labios le cuentan un cuento que no entiende. Ella levanta una ceja, lo mira con la hondura de sus ojos acotados de negro, se aleja dentro de sus sueños y queda una página blanca donde se escriben las notas del sitar. El abejorro del despertador pica y rasga el silencio. Se levanta, va al servicio y sube la tapa del water. Mientras sacude las últimas gotas en la porcelana, se mira en el espejo. El ribete rojo, las lunas moradas, los ojos apagados, la piel y dos brochazos de ceniza en las sienes. Se acerca la jubilación y siente que ha llegado la hora de un solo lugar y una sola mujer. O dos, se anima mientras se recupera de los estragos de la noche tomando un café en el bar del aeropuerto. Y sueña con unas caderas que abanican el aire a ritmo de samba. Su próximo viaje.
13 comentarios:
Muy descriptivo y musical.
Un abrazo
¡Qué narración! la palabra precisa en el lugar indicado.
Siempre es un placer leerte. Y un acto de aprendizaje.
Saludos cordiales
Electriza. Bravo.
Qué bueno, Lola. Me encanta la sensualidad cotidiana de tus textos.
Un abrazo.
Es todo un placer dejarse llevar por tus palabras. Saludillos
Chapeau! Un besazo
Delicioso el texto, juro que si te conociera escucharía tu voz, pero bueno me toco poner cualquier otra voz en mi cabeza.
Salgo a conocer tu blog.
Muy muy bueno !
Esto es arte.
Grácias por compartirlo.
besos
Me ha encantado Lola, no sé que encanto mágico tienen los pilotos :)
Gracias a todos por dejar vuestros comentarios.
Puñado de besos a repartir.
Qué belleza de relato, y que choque con la realidad "siente que ha llegado la hora de un solo lugar y una sola mujer" precioso... o dos?
Un abrazo
Perfecto Lola
Gracias Anita y Eléna.
Abrazos y besos a repartir.
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