viernes, 31 de diciembre de 2010
AIRES DE LIBERTAD
miércoles, 29 de diciembre de 2010
Cuando el roce no hace el cariño
Miguel
Acuática
Por ello quizás a todos les sorprendió que aquel tormentoso día Marino cayera con el coche al Manzanares para no volver.
Poco después Marimar alquiló un apartamento en la costa, y en su primera noche, bajó hasta la playa, se quitó el bañador y avanzó hacia el horizonte entre las olas.
Miguel
Tic (365 días) tac
Llevaba una semana preocupado porque una ambulancia la llevó al hospital. Hoy, al ver pegada su esquela en la puerta del edificio, empezó a preparar su propia mortaja.
Hugo Cueto.
lunes, 27 de diciembre de 2010
Psiquiátrico
La noche anterior habíamos tenido una horrenda pelea, nuestra primera pelea, la última.
El cariño que nos teníamos le puso el freno a la pelea, y luego nosotros le pusimos el freno a la relación, bueno, ella decidió cortar y yo estuve de acuerdo.
No dormimos, fue una larga noche, cortamos la relación, pero también cortamos con el rencor, hablamos mucho.
En la madrugada ella se bañó; se puso su ropa preferida, la de volar me dijo (ahora lo entiendo); con calma mientras seguíamos hablando ya sin lagrimas en los ojos, hizo la maleta.
Ya estoy lista, me dijo, me dio un beso suave en los labios, me cerró los ojos con su mano derecha y soltó un casi imperceptible adiós.
No cogió la maleta, se dirigió al balcón, yo me quede con los ojos cerrados, paralizado, según lo que oía imaginaba lo que estaba pasando, pero aun así me fue imposible moverme, oí que se subía a la barandilla, y yo no me pude mover.
Sin abrir los ojos oí cuando saltó; completamente inmóvil y ciego esperé durante horas, pero nunca la oí caer.
http://relatosenlinea.blogspot.com/
SI ELLA PUEDE,¿PORQUÉ TÚ NO?
Era un escoba vulgar, palo y faldas de paja, esa paja ya gastada de tanto uso.
Todos los días un par de manos la sacaban de su retiro y la manejaban a su antojo; ahora derecha, ahora izquierda, ahora restos de comida o telarañas, tanto daba y ella no podía protestar, no poseía voluntad propia.
Sólo durante la noche el tiempo era de ella y, aunque inmovilizada, podía pensar en como escapar de aquella esclavitud. Tenía que lograrlo antes de que fuera tarde y acabar en el contenedor de basura mas cercano, en medio de todo lo que ella había barrido.
Pero ella no era basura, ella era una ESCOBA. Así que comenzó a desear elevarse del suelo. Y cada vez deseaba y deseaba con más y más fuerza. cerrando los ojos e imaginándose que era ave que cruzaba el cielo, hoja del árbol que el viento elevaba, estrella fugaz que el cielo surcaba, globo de feria escapado de manos de un niño...
!Y el milagro se hizo! Sintió como sus pajas dejaban el contacto con el suelo alejándose cada vez con más velocidad, tanta que como un cohete atravesó la ventana más cercana, rompiendo el cristal en mis pedazos y desapareció en la inmensidad de la noche.
Al día siguiente, otra escoba recién estrenada, ocupaba su lugar barriendo los restos de cristales que ella había dejado, manejada por unas manos desconcertadas.
Carmela
La partida de ajedrez
-¡Mierda! y bueno, es tuyo.
Pedro abre la puerta y explica en tono educado.
-Tras una evaluación concienzuda de su tarea en la tierra, Dios Todopoderoso ha determinado que no podrá entrar al Paraíso. ¡Lo lamento!
Le indicó el camino y cerró la puerta metiendo tabaco en la boca, mientras se sentaba en el banquito a observar el siguiente juego entre el luminoso y el oscuro.
-Para la próxima, será una partidita de truco- retruca el Todopoderoso guiñándole un ojo al cornudo rojo, mientras le hace una seña a su acólito para que le acerque un whisky.
domingo, 26 de diciembre de 2010
Críos
Una fiesta pasada por agua.
-"¡CORREEEEER!"-gritó uno de ellos y los nueve niños de cuatro años invitados al cumpleaños empezaron a hacerlo, cada uno en una dirección diferente...todos menos Pablo que paralizado por el miedo se quedó allí, con la boca abierta observando la transformación. Mientras, en la casa, la madre tomaba un café con las demás. Ninguna se dio cuenta de que había comenzado a llover.
-"Voy al jardín a mirar qué tal se portan"- dijo una.
-"Déjalos, están con el payaso...¿no los oyes cómo gritan?...eso es que les encanta"- le comentó la anfitriona.
Cuando el del pelo rojo estirado y la cara desdibujada por el agua empezó a gruñir, el boquiabierto se desmayó.
-"Grrrrr...demonios...una hora de maquillaje y el traje a tomar por el cul...y dentro de media hora tengo otro cumpleaños...¡Niñooo!...estas tonto, no te tumbes ahí que te vas a poner perdido...¡NIÑOOOOO!".
su
EL DÍA DE NAVIDAD
Al final nos decantamos por un restaurante especializado en carnes. Ahora toda mi familia huele a fritanga. Salvo yo, que conseguí escapar.
Manuel Merenciano
sábado, 25 de diciembre de 2010
Una reflexión sobre el silencio: "La Pianista"
ACÚFENOS
viernes, 24 de diciembre de 2010
Todo empezó en Nochebuena
Estaba absorta en sus pensamientos y no le vio acercarse.
- Mal día para quedarse tirado en el aeropuerto. Está libre?
Sin esperar respuesta se sentó a su lado.
- Hola, soy José
En otro momento ni siquiera le hubiera mirado, pero no pudo evitar una sonrisa antes de responder.
- Hola, yo soy María.
Puck
Solo el viento sabe
Liquidación Navideña
- Hola Jack... tengo un obsequio de Navidad para ti.
- Yo también Polly.
.
jueves, 23 de diciembre de 2010
Última diversión.
El octogenario pasó horas sentado en el banco del parque, desde poco antes de que los chorros de la fuente empezaran a brotar. Iban apareciendo grupos de personas dedicadas a sus cosas y no le prestaban mayor atención. Mientras, el viejo miraba fijamente los hilos de agua entrelazándose delante de él. Algo pasó y los hombres, mujeres y niños fueron quedando pasmados por lo que veían. El anciano se había despojado de toda la ropa y en ese momento estaba desnudo en posición como si fuera un velocista a punto de tomar la salida. No pasaron dos segundos cuando ya corría a la velocidad que le permitían sus achacosos huesos. En el borde de la fuente, dio un salto, capuzándose en su seno. La gran salpicada dejó empapados a la mayoría de espectadores cuyas caras estupefactas contrastaron con la gran alegría del viejo. Aprovechó en nadar todo lo que pudo en la escasa profundidad ya que tenía cronometrado el tiempo de diversión.
miércoles, 22 de diciembre de 2010
Navidad
Nadie se lo imaginó que el Rey del mundo, el Salvador, el Hijo de Dios en un establo de Belén iba a nacer. Todo fue tan diferente a cómo lo esperaban ver, el Salvador en un pesebre en vez de fuerte débil fue, miserable cómo humano, débil, pequeño y expuesto como renuevo, frágil era aquel bebé.
Los profetas predijeron tan real acontecimiento. Todos los creyentes esperaban asombra llegada, aguardaban un gran acontecimiento.
Nadie imaginó como el Rey del mundo, El Salvador iba a nacer. Aquella noche el Salvador nacería despojado de Gloria y Honor. Humilde sin gloria, vio la luz en un lugar de poco valor, lo acobijó un pesebre y los animales parecían postrarse ante tal acontecimiento.
Gozo, dicha y paz el Mesías vino a dar. Regalo de Dios del Cielo bajó.
Aquella noche fue como renuevo, el viento susurraba esperanza, las estrellas anunciaban al Rey, de la tierra brotó la Fe. El amor tomó forma de siervo. Emmanuel, Dios con nosotros.
Pocos le conocieron y pocos le conocerán, sólo aquellos que le den morada en su interior, habitación en su corazón. Bienaventurado aquel que puede creer en Él sin distracción.
Todos conocemos la historia, mi razón de ser Feliz. Navidad.
-¿Hoy es navidad, escritor?
-Quizá todos los días es, musa.
-Hermoso relato escritor...
-Es más que un relato musa, razón de felicidad.
¡Feliz navidad!
El escritor.
Hablar en silencio
Sus enormes ojos aceitunados se encharcaron de lágrimas y sus cejas adoptaron la posición de la culpabilidad.
Y justo en el momento antes de soltarle, comprendí que lo qué callaba era justo lo que yo no quería oír.
A mi edad
FÁBULA
El león quiso demostrar que él era, no solo el amo de la selva, sino también de todo el planeta. Un día reunió a la prensa y a todos los cuadrúpedos bestiales, y les dijo:
─Voy a subir la gran montaña. Seré el primer animal terrestre en hacerlo.
Buscó mapas, calculó ángulos, y se marchó.
Luego de veinticuatro horas , alcanzó la cima.
Satisfecho por haberlo logrado, se durmió. De pronto, escuchó una vocecita:
─¡Bienvenido a la cima del mundo!
La hormiguita le pasó por encima.
martes, 21 de diciembre de 2010
"Retazo"
La niña, alumna aplicada, fantasiosa y fácilmente ridiculizable, encorvaba la espalda, fruncía los labios cuando se concentraba, bizqueaba a veces y, adolescente ya, padecía ataques de picazón, o lloraba.
En procura de reducir fatigosa gimnasia (contar paradas de colectivos, o perros, o automóviles con tales o cuales características), ritos incoercibles (sentarse durante unos instantes en determinado sillón, antes de tomar la merienda), sueños repetitivos (su madre obstinándose en ofrecerle muestras de comprensión y cariño), concurrió a un curso de control mental que promocionaban por radio. En esas estaba, cuando ella y el licenciado que dictaba el curso se enamoraron. Sin tropiezos accedieron al altar; y ahora, él la embarazó y la tiene ilusionada con que por fin nacerá Juan Ramón Ernesto, una generación después. Retazo de vida.
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"Nunca soñé"
Nunca soñé con algo rubio gelatinoso aposentado sobre un punto cardinal. Ni me soñé punto cardinal sobre el que se aposentara determinada o indeterminada gelatinosa rubiedad.
Nunca soñé con escaleras derritiéndose sobre un valle de incienso. Dos mil ochocientos peldaños, sumando las sesenta y seis escaleras de fibra. Incienso que cubre todo el valle al que pertenezco desde mi primer sueño anotado en un cuaderno infantil. No estaría allí como ninguna de mis presencias mensurables. Y sin embargo, me brindaría a derretirme.
Nunca soñé con hexágonos de piel humana impidiéndome apoderarme de la gracia. Es poco no haber soñado nunca con la gracia apoderada impidiéndome la humana piel de los hexágonos.
Nunca soñé con el antojadizo poder de cristalizar, seccionar y envasar un crepúsculo. Y darlo a consumir sin reparos. Antojo de consumición.
Nunca soñé con un espejismo, ni cóncavo ni convexo. Espejismo con el que hubiera podido restituírseme la gobernabilidad de mis sueños.
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La vidriera II
Millz M
lunes, 20 de diciembre de 2010
LUZBEL
El padre Miguel abandona el confesionario. Arrodillada sobre la almohadilla del reclinatorio, levanta la cabeza, la cruz respirando sobre el abismo del escote, y le ofrece su carita de ángel. Los cirios ardiendo y la cera derretida. Se tambalea, busca el equilibrio y apoya una mano en la pared. Desvía la mirada, se separa y camina a trompicones hasta la sacristía.
Los domingos, comunión. El padre Miguel sostiene la hostia entre sus dedos y ella le ofrece su lengua de sangre. Dientes grandes, el colmillo montado y una sonrisa manchada de burla en los ojos. La pulpa arrebatándole el círculo blanco y los dedos de él en retirada, recogiendo el jugo de la boca. Después la muralla de los labios, media vuelta y la nuca que se aleja. Calor y el animal desbocado. Alba, casulla y cíngulo quemando.
Viernes de Dolores y un papel enrollado. Lee la dirección, memoriza, lo rompe en trozos pequeños, se los mete en la boca y los mastica. Abandona el alzacuellos en un banco, luego avanza por el pasillo lateral de la iglesia. Pasa, engancha y arrastra con la hebilla del reloj el manto de noche y oro de la virgen que intenta, en vano, detener su carrera hacia el rectángulo de luz que le muestra la salida.
Espejos.
La suya era una soledad de vecindario. Una soledad sólo concurrida por la modesta multitud de desconocidos con los que compartía las burocracias de una vida sin anhelos.
El viejo cuentacuentos
El cuentista contaba en la calle. Se sentaba apoyado en la pared de la casa, su larga barba blanca reposaba entre las piernas sobre su túnica. Los niños lo rodeaban, sentados en el suelo. El cuentista era ciego, no veía la calle ni a los niños, pero sus ojos contemplaban los maravillosos paisajes de las historias que salían de su boca. Los niños estaban muy quietos, sólo el cuentista se movía, gesticulando, poniendo voces graves o melifluas, serias o divertidas. Los niños sabían que si se movían o hablaban, las palabras del viejo se romperían. Y con aquellas palabras, sus ojos volaban igual que los del ciego hacia lejanos reinos de leyenda. Alrededor de aquel grupo, el bullicio de la vida seguía su curso: gente apresurada, coches, bocinazos, vacas sagradas, bicicletas viejas, vendedores ambulantes. El cuentista creaba una burbuja donde los problemas se aparcaban, donde el agujero en el estómago por el hambre se olvidaba, donde los niños podían sonreír sin que nadie les golpeara. Cuando el viejo llegaba al final del cuento, los niños daban las gracias al hombre sabio y le estrechaban la mano. Luego volvían a pedir una limosna con su taza de hojalata o a limpiar los zapatos de los encorbatados o a cantar una canción triste en la entrada del metro.
¿Microlunes?
¿Microlunes?
Ya sabéis el chiste, después de Plácido Domingo llega el Maldito Lunes...
El lunes es el día que me toca publicar en el microrrelatista.
No podía haberme tocado un día mejor, jaja.
Me levanto hecha polvo porque me acuesto tarde el domingo y tengo que madrugar.
Apenas puedo desayunar de un trago mi tazón de cola-cao.
Pillo el autobús por los pelos... Carrerita matutina, recupero la respiración en el asiento del autobús.
Los lunes no me pongo la radio, prefiero dormitar hasta la fábrica, tengo demasiado sueño.
Despego los ojos. Bajo del autobús. Entre las legañas vislumbro un rojizo amanecer tras la verja metálica.
Entramos en la cárcel. Quiero decir en la oficina. Gris, oscura y silenciosa. Aterrizo en mi silla de ruedas. Cualquiera diría que soy inválida. En realidad, una vez aquí me muevo tan poco como una inválida. Pero no, no voy a decir burradas, puedo hacer muchas cosas más que una inválida, que se lo digan a los pobres condenados a la silla de ruedas.
Qué asco, por esta ventana ni siquiera se ve amanecer, está orientada al oeste.
La luz se enciende automáticamente a las 7:42 y el repentino flash me deslumbra los ojos. Vuelvo a despertar. Es la tercera vez que me despierto hoy y no será la última.
Bostezo y me estiro. Buenos días por aquí y buenos días por allá. ¿Un café? No tomo café. Voy a por una botella de agua de la máquina. La máquina se traga la moneda y no escupe la botella. Le doy una patada, pero solo consigo un moratón en el pie.
Enciendo el ordenador y comienzo a llenar hojas de cálculo.
El lunes se convierte en un día cualquiera. Números rojos. Números negros. Transferencias bancarias. Previsiones de caja. Viendo pasar millones y millones de euros que jamás podré palpar. Millones invisibles. Dicen que son reales, pero a veces lo dudo. Hablamos de millones como si fueran churros: un par de millones con el café, media docena con el chocolate, una docena antes del almuerzo, un centenar...
Tengo hambre. La comida es menú de lunes: espagueti boloñesa y calamares elásticos como cámara de neumático. Por supuesto, los millones los he dejado en el piso de arriba, no se vayan a manchar de grasa.
Otro café de máquina para el que le gusta. Y de vuelta a la mesa de la oficina unas tres horas más. Sufro un horario que parece de broma de 7:45 a 16:12, exactamente las 16:12, no, no me lo invento, ni os estoy tomando el pelo, con 45 minutos de comida en el medio, pero sin siesta.
Hay un rato después de comer muy malo, los párpados pesan como yunques... Y yo sin tomar café. Un día voy a tirar la pantalla del ordenador de un cabezazo.
Los millones que teníamos previstos no llegan. No vamos a poder hacer todos los pagos de hoy. Para colmo, la web del banco se queda colgada. Habrá tenido un empacho de millones, digo yo. Ojalá me empachara yo también así. Mi compañero se cabrea, da un puñetazo en la mesa. Pues si no pagamos hoy, ya pagaremos mañana, le digo.
Los millones llegan a última hora. Hay que hacer las transferencias corriendo. Por los pelos, como siempre.
Damos el último enter a la última transferencia a las 4 y 12, hora de la libertad. Y de la siesta en el autobús.
Me siento con un conocido que me da palique y no me deja dormir…
Bajo del autobús y recojo a los chicos en el cole. Hoy tienen piano. Allá vamos, cabalgando a la academia de música.
Compro carne picada en la carnicería y una docena de huevos (de huevos, no de millones) mientras hago tiempo para volver a recoger a los chicos. Me quedan quince minutos para tomar un té en una cafetería.
Entonces me acuerdo del microrrelato, no he pensado en él en todo el día, pero no sé escribir en un café, no me concentro. Quizá es eso lo que me diferencia de J.K. Rowling, quizá por eso yo nunca escribiré un best seller como la Rowling. Apuro el té.
Recojo a los chicos y vuelvo a casa.
Al sacar la compra veo que un par de huevos se han roto por el camino. Dos huevos para tortilla. A mis hijos no les gusta la tortilla.
Los chicos hacen los deberes. Yo me pongo a hacer los míos. La cena, claro. Unas albóndigas con tomate. Y la tortilla. Frío las albóndigas, las echo en la sartén con la salsa de tomate. Se me cae la sartén al suelo y a mi pantalón de chándal. Toda la cocina perdida de aceite. Recojo el aceite, friego el suelo, limpio la puerta del armario que también se ha pringado. Me cambio de pantalón y le echo polvos de talco para que absorba las manchas de aceite.
Con el estropicio se ha hecho la hora de cenar. Ya no me da tiempo de sentarme al ordenador para escribir el microrrelato. Debería haberme puesto antes, ahora ya lo tendría hecho. Quizá empezando a cocinar más tarde no se me hubieran caído las albóndigas por la cocina. Dejo aparcado el microrrelato para después de la cena.
Sacudo los polvos de talco del pantalón de chándal. El polvillo me da tos y acabo tosiendo sin parar, un ataque de los que hacen época. Bebo agua.
Los chicos ya están en la cama y el microrrelato sin escribir. Estoy cansada, mejor me voy a la cama.
Los lunes son un día agotador. El día del microrrelato tenía que ser el maldito lunes. Los lunes son demasiado largos y farragosos para escribir un microrrelato... Hasta una novela podría escribir...
domingo, 19 de diciembre de 2010
NOMBRES PROPIOS DE CONOCIDOS.
Recuerdo como capturó la atención de la mesa entera cuando nos enumeró haber conocido a alguien de nombre Perfecto, más a ninguno llamado Imperfecto.
Entre sus amigas estaba Digna, y jamás conoció alguna Indigna.
Igual con el caso de Pura, nadie le llegó a presentar a alguna Impura.
En la misma reunión había varios de nombre Ángel, mas ninguno que respondiera por Demonio.
Igual estuvo ahí Benigno, más no fué uno solo llamado Maligno.
Y todos hemos conocido algún Gabriel González, pero ni un solo Satanás Gonzalez.
sábado, 18 de diciembre de 2010
Dorian duerme en la terraza, cariño, no lo espantes
Esa mañana ha despertado algo más temprano que de costumbre. Patricia dormía. Gustavo la contempla en silencio. La ama. Adora la tersura de su piel, la frescura de su gesto, la pureza de su aura. De repente, piensa que podría amar incluso sus cicatrices, las de cuando ella era una niña o la que ese mismo martes, dos días atrás, le había ocasionado una lata mal cerrada. Y entonces Gustavo se echa hacia delante con la intención de besarle la palma de la mano. Y descubre, atónito, que la cicatriz se ha desvanecido. A duras penas silencia un grito de espanto. Se echa hacia atrás. Su pulso se agita como las teclas de una máquina de escribir. Olvida respirar durante un breve instante, hasta que vuelve en sí. Y es entonces cuando nota el dolor en su mano, al apoyarse en la cama para tratar de incorporarse. Ante el espejo, descubre en el pómulo derecho de su rostro aún húmedo por el agua helada un llanto irrefrenable. Le duele de pronto la tristeza de las paredes blancas y se agarra como puede al lavabo para no caer al recordar la sangre de un anciano al que no había visto antes. Patricia le habló de él anoche. Había tenido que limpiar su cuerpo para que pudieran amortajarlo. Oye de pronto una risa proveniente de la cama. Aún duerme. Ríe. A medio vestir, se acerca a ella y descubre horrorizado en el rostro de ella su sonrisa, esa que él no encuentra desde hace algunos años.
Al abrir la puerta de la calle, tropieza con Dorian, una gata común de pelo gris que suele pasar las tardes en la terraza del piso que comparten Patricia y él. El animal protesta y Gustavo se agacha para acariciar su lomo. El zarpazo abre una herida en la palma de Gustavo. Sangra. En ese instante, se ve reflejado en el escaparate de una tienda de arte, enmarcado en caoba. A sus treinta y tantos, le sorprende su pelo blanquecino y su rostro arrugado y excesivamente demacrado. Suspira. Durante los últimos siete años, ha amado ciegamente a la mujer que aparece a medio vestir a su espalda, hermosa, deseable, sonriente. Cualquiera hubiera dicho que aquella mujer parecía cada vez más joven.
ÚLTIMO AMANECER
El rey del mundo
Y para sentir, como ahora siento en la proa de este enorme barco, este viento tan gélido.
bicefalepena
viernes, 17 de diciembre de 2010
Santa Clos de Rancho
Todo comenzó con una idea mía. ¡Bueno! Yo sé que ahora todos en el pueblo dicen que fue idea suya, pero lo recuerdo perfectamente, y sí, fue idea mía. Aunque mi idea no fué exactamente esa. Es decir que mi idea no tenía nada que ver con lo que sucedió, pero si tuvo que ver... ¡Bueno! ¡Mejor les platico desde el principio!
Todo comenzó hace diez años. Mi esposo ya estaba harto de disfrazarse de Santa Clos cada Navidad y ningún otro vecino quería ya el encargo. Entonces se me ocurrió la idea:
- ¿Por qué no buscamos a alguien de fuera?
- ¿De fuera?
- ¡Sí! Si nadie del pueblo quiere disfrazarse de Santa Clos, ¿Por qué no le pedimos a alguien de las rancherías de los alrededores que se disfrace?
- ¿A quién por ejemplo?
- Bueno, creo que el compadre Chon no haría un mal Santa Clos.
Ya saben, el compadre Chon con esa panzota que tiene no quedaría del todo mal. ¡Yo ya me lo imaginaba disfrazado de un Santa Clos que ni mandado a hacer!
Así que me fuí al rancho de mi compadre a exponerle el asunto.
Me encontré al compadre Chon con la comadre Clotilde en su casa, y después de los saludos y preguntas por la salud y todo lo demás, y no queriendo ser maleducada (por lo de la panzota del compadre), y para no comprometerlo, les dije en forma vaga:
- Nos gustaría que alguien de aquí del rancho se disfrace de Santa Clos.
- ¿Santa Clos? ¿Quién es Santa Clos?
- ¡No me digan que no han oído hablar de Santa Clos!
- Pos no comadrita. ¡Qué no ve que no tenemos televisión!
Allí debí de haber sospechado algo, y debí de haber sido más clara, ¡pero no!, para mi suerte no lo fui. Podría decirles que fue a propósito, pero no, fue puritita suerte.
- Bueno, ¿Cómo les diré? Cada Navidad, para celebrar el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, Santa Clos les trae sus regalos a los niños que se portaron bien, y regaña a los niños que se portaron mal.
- ¡Ahhh! Si es por el nacimiento de Diosito, no se preocupe comadrita, que semos buenos cristianos y bautizados. Contestó la comadre.
- ¿Y cómo está eso del disfraz y de los regalos? Preguntó el compadre.
- El disfraz aquí lo traigo y se los dejo. Por los regalos no se preocupen. Santa Clos tiene que estar el 24 a las 5 de la tarde en la placita frente a la iglesia, allí donde se pone el mercado. Sabinita, la del Perpétuo Socorro lleva los regalos. Y Josefina la lista de los niños que se portaron bien y de los que se portaron mal. Yo le iré leyendo los nombres de los niños, y diciendo cómo se portaron. ¡Ya sé que usted no sabe leer! ¿Ya ve cómo pensé en todo?
¡Pues no! ¡No había pensado en todo! No sé que pasó, porque ni siquiera mi intuición femenina, ¡que me ha sacado de muchas que para qué les cuento!, me dijo que sucediera nada malo. ¡Sería la emoción de tener un nuevo Santa Clos!
¡Claro que no sabía que tan "nuevo"!
Y llegó el día, ese 24 tenía muchas cosas que hacer: mi vestido, la cena, el maquillaje, y ya saben: ¡para variar se me hizo tarde!
Estaba yo pintándome las uñas, cuando llegó Lupita Ordoñez toda apurada.
- ¡Hortencia! ¡Hortencia! Me dijo.
- ¿Pero qué pasa mujer?
- ¡Corre! ¡Ven!
- ¡Pero todavía no termino de arreglarme!
- ¡No importa! ¡Tienes que venir!
Ante tanta insistencia no tuve más remedio que salir corriendo tras ella rumbo a la plaza frente a la iglesia.
Cuando llegamos, me quedé sin aliento. ¡y no por la carrera que nos echamos!
- ¡Mira! ¡Mira! ¡Mira a tu Santa Clos!
Sí. ¡Lo estaba mirando!
Frente a mi estaba un Santa Clos diferente: un Santa Clos lampiño sin barba, ni bigote. ¡Un Santa Clos sonriente con la cara de Clotilde!
- ¡Pero comadre! ¿Por qué se disfrazó usted?
- ¡Es que yo quería ser la Santa Clos esa y entregar hartos regalos!
- ¿Y el compadre Chon?
- ¡Se quedó a cuidar a los escuincles!
- ¿Y la barba y el bigote?
- ¡Ahhh! ¿Eran barbas y bigotes?
¡Ya no había tiempo de cambiarla! Los niños ya estaban formados pidiendo sus regalos. ¡Y ya saben cómo son los niños cuando quieren algo! Así que entregamos los regalos de Navidad tal como estaba "casi" planeado. Y no resultó tan mal después de todo.
Y así es como en nuestro pueblo, en Navidad llega una Santa: Santa Clotilde, o sea: ¡Santa Clos!
FIN
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Astronomía íntima
Piensa bien lo que deseas
lunes, 13 de diciembre de 2010
La Mascota
Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)
1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.
2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.
3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.
4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.
5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.
6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.
7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.
8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.
9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.
10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.
Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.