Mientras los animales del club jugaban a las cartas solían entretenerse a costa del gato. El perro, abusando de su jerarquía milenaria, frecuentemente lo hacía objeto de sus bromas y sarcasmos. Esa tarde, en tanto fumaba con parsimonia, se propuso demostrar al grupo que el pequeño felino –mimado por amas de casa y solteronas- no pasaba de ser un animalillo lúdico y decorativo.
—Entonces, ¿quién le pone el cascabel? –conminó socarrón a los presentes.
Los animales se carcajearon divertidos y azuzaron al displicente minino que dormitaba sobre el respaldo de un sillón. Sólo la víbora de cascabel no sonrió, sacó la lengua, se enroscó desconfiada y agitó nerviosamente el rabo a la espera del valiente que habría de quitarle su ornamento.
8 comentarios:
¡JAJAJAJA! ¡Muy bueno! :]
¡Claro! No es lo mismo ponerle el cascabel al gato que quitárselo a la víbora.
¡mUCHos salUCHos! :]
Muy buena actualización de Esopo.
Nunca fue fácil. Después de esta vuelta de tuerca, se ha puesto prácticamente imposible...
Dejaremos al gato que duerma.
Muy buena fábula...
Efectivamente no es lo mismo ponerle el cascabel al gato, que quitárselo a la serpiente. Menos mal que la víbora no decidió ser ella quien se lo pusiera enroscándose al cuello del pobre minino. Un abrazo fuerte.
Es que son los ratones los que han de ponerle el cascabel.
:-)
Un abrazo
Muy divertido, buen "twist". Un abrazo.
Muy bueno :)
Gracias, por sus comentarios.
Un abrazo.
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