Les pedí una silla para estar presente cuando la metieran en aquel agujero negro y frío, pero no me han dejado.
Sentada en mi sofá comienzo a escuchar el megáfono del cura con rezos secos, repetitivos.
Ahora tengo que lograrlo y, arrastrando mi vientre preñado de veneno me acerco al balcón para verla pasar.
Tantos años juntas, tantos recuerdos en mi mente, tantas correrías por prados, tantas peritas silvestre nos comimos mientras ella me contaba esos cuentos de terror que me hacían temblar como rama mecida por el viento...
Pego mi rostro al cristal y los veo pasar; monaguillos, coche negro, curas, su familia que siento mía, y mucha gente forman una procesión terrorífica de la cual me sé protagonista dentro de poco.
Lágrimas caen por mi rostro por no poder despedirme por última vez. Sé que tendrá miedo cuando arrastren su féretro dentro del nicho, sé que temerá quedarse sola, y a mi no me dejan ir.
Agarro mi vientre mientras los veo alejarse, perderse de mi vista y con respiración entrecortada me vuelvo a sentar en aquel maldito sofá al cual me cuesta llegar, pero desde el que puedo ver las gaviotas volar.
Siempre veía una, me era conocida y me avisaba del próximo acontecimiento. Hace días que veo dos. Siempre van juntas jugando con el viento y yo sé lo que significa, mientras sigo apretando con fuerza aquel vientre de preñada de ocho meses a punto de reventar.
Bajo la vista y pienso en mi deseo frustrado de toda la vida, en el deseo que nunca pude realizar; quedarme embarazada y darle un hijo.
Ahora, a mis años, mi deseo se cumplió, mi vientre creció, pero no lleva una próxima vida dentro, sino la próxima muerte que se acerca. Lo pienso mientras subo la vista y vuelvo a ver aquellas dos gaviotas cruzando por mi balcón. Me dan paz, las veo feliz y juntas, siempre juntas.
Pronto tendré que ir al hospital. Llamaré a la modista para que me arregle el único vestido que aún me sirve. No por estar enferma me tendrán que ver fea. Me peinaré mi melena negra y pintaré mis labios de rojo carmín.
2 comentarios:
Dramático. Como un tango convertido en cuento, con agridulce esperanza de vida.
Si Carlos, de esas cosas que nunca salen del corazón.
Un biquiño muy grande.
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