Un día de infernal verano le hirvió la sangre en el cerebro y éste se le coció a término medio.
Aun en éste estado no claudicó en su lucha por sobresalir,y haciendo un recuento de su oscura vida puso en una balanza sus fracasos y en carencia total de triunfos decidió enarbolar su derrota como una bandera que le daría el estrellato de la ineptitud y del anonimato que siempre le habían acompañado.
Se vistió de frac y sin importarle en los más mínimo la consecuencia que pudiese causarle un acto de invasión e impostura se coló a los premios Nóbel,y suplantó al maestro de ceremonias,dejando a éste maniatado en el almacén de artículos de limpieza.Pasó al estrado y disfrutó el primer sonoro aplauso de su vida,aunque con un rictus dramático interno pues sabía que no era para él la ovación gloriosa,y no obstante éste ataque de conciencia, encaró al auditorio para gritarles que él era el más nadie de los nadies y que estaba ahí y ante tantos destacados el era el más ninguno.La fuerza interior de tanta convicción causó que su sombra vomitase sobre su galante vestuario con furia niagarana.Malditos canapés.
2 comentarios:
Otra vez me embelesas con tu escritura hasta que llego al final. Si te plantearas una novela engancharía.
Si me permites un consejo, deja un espacio después de los puntos y las comas. Es más legible.
Un abrazo.
Gracias por el alentador apoyo Torcuato,seguiré tu consejo,en especial ésto de los espacios de los puntos y las comas.
La novela es cuestión de organizarme en estructurar una historia que tengo.
Quizás ésta vez me vaya más allá de la página 50, como que al llegar ahí les he perdido interés,
y basta perseverar hasta el fin, entiendo.
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