Ayer, la lluvia me cogió por sorpresa.
El sol de otoño, cuya luz acaricia cada objeto que ilumina, evocando en mi fantasiosa mente paisajes casi oníricos, desapareció de repente tras una nube gris metálico.
Y toda la alegría con la que contaba la gasté en un bar, mientras me tomaba un café conmigo misma, dispuesta, esta vez, a no aclarar ningún punto, ni dejar nada claro. Esta vez quería, simplemente, disfrutar de un café, junto a la única persona que siempre estará a mi lado.
La lluvia dibujaba extraños caminos de agua en los cristales, unos se juntaban, otros permanecían un tiempo juntos y luego se separaban. Otros se secaban. Otros formaban grandes ríos al unirse...
No me reproché nada, ni siquiera me dispuse a sacar conclusiones, ni me sentí enfadada, ni me precipité al abismo de tu número de teléfono, ni salí corriendo en busca de un paraguas que me protegiera de las lágrimas.
Tan sólo cogí mi bolso y mi portátil, y salí al encuentro de mi propia paz. Esa que tantas veces has nombrado y que no encontré hasta ayer, cuando el sol de otoño desapareció tras tu nube gris, y recordé que es el azar el que junta dos gotas de agua, pero es su determinación quien las mantiene unidas.
ANONIMA MENTE
4 comentarios:
Bueno .
interesante punto de vista acerca del azar.
Los actuarios ,quienes llevan regitro de cálculos de estadística indican que el azar es una circunstancia completamente aleatoria,y sin un comportamiento predecible;tal como la lotería,por ejemplo;¿No estará más bien queriendo utilizar el término: predestinado?
Ésto es recurrente como un punto de vista femenino.
Un relato con mucho lirismo y filosofía.
Un abrazo
Bella narración
Un beso
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