Concluida la fortificación de la ciudad, ordenó el conde nuestro señor que las puertas se cerraran y solo se abrieran a quienes pagaren el portazgo, y estableció gabelas sobre la sal y sisas sobre la carne, el grano y el vino, de forma que no hubo persona, animal o cosa que no devengase tributos o alcabalas al atravesarlas. Y ocurrió que, al ver que se acercaban las huestes enemigas, asesinamos a los centinelas del postigo del Carbón para dejarles el paso franco. Los enemigos clavaron en una pica la cabeza del conde, vaciaron las alhóndigas y violaron a nuestras mujeres. Después, mandaron reforzar las defensas de la ciudad, cerraron las puertas, que solo se abrirían a quienes pagaren el portazgo, y establecieron gabelas sobre la sal y sisas sobre la carne, el grano y el vino.
Ahora cercan nuestra ciudad las tropas de los deudos del conde. En lontananza vemos la polvareda que levantan, al aproximarse, los aliados del enemigo.
Pativanesca
Pativanesca
1 comentario:
Todo sea por el control del portazgo, las gabelas y las sisas de la carne. Mientras tanto, los curritos a levantar empalizadas que marquen las diferencias entre los buenos y los malos, los nuestros y los otros. El conde y sus enemigos, alternativamente, irán estableciendo quién es quién en esta historia sin final.
Publicar un comentario