Daniel Galantz es un fantástico humorista gráfico que los que siguen este blog ya conocerán. Para los que no lo conozcan recomiendo que visitéis su blog GALANTZ.

Pues bien, cual fue mi sorpresa cuando hace unos días abrí mi correo y vi un mensaje suyo en el que me enviaba un bonito diseño para El Microrrelatista. Me gustó mucho y es el que podéis ver en la cabecera de esta página.

¡Gracias Daniel!

lunes, 5 de diciembre de 2011

Ab ovo

Como tantas veces había hecho de niño, el Señor Gris se mete debajo de la mesa camilla del salón, y allí, acurrucado, se siente bien. A salvo. Pasa las manos por su traje y por su corbata y se tranquiliza. Lo hace muy a menudo. Cuando sale, ya está preparado para enfrentarse a cualquier cosa. A su mujer, a un cliente particularmente quisquilloso. A la autoridad. Y si en algún momento flaquea, no tiene más que pasarse la mano por el traje y acordarse de su mesa camilla. No es el único. Puedes ver a un montón de ejecutivos acariciando sus corbatas cada día. 

9 comentarios:

Sergio DS dijo...

Y luego vienen las tristes comparaciones a ver quien la tiene más... cara.

ISIS dijo...

Qué curioso, a mí tambien me pasa, pero yo no llevo corbata.

Un saludo.

Pedro Sánchez Negreira dijo...

La mesa camilla o las corbatas como ancla a la seguridad.

¡Pobres de ellos! La seguridad no existe.

Buen trabajo, Budoson.

Javier Ximens dijo...

Pues las mesas camillas han sido refugio de muchos, yo incluido. Servían para recargar y esperar a que escampe. Lo de las corbatas es normal, este sistema no tiene agarrados por el cuello.

Alfonso Carabias dijo...

Supongo que siempre hemos necesitado tener algo a lo que agarrarnos.

Buen relato. Un saludo.

budoson dijo...

Me encanta que os guste esto.

fus dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
fus dijo...

Ya lo decia my abuela donde se ponga una buena mesa de camilla que se quite toda calefacciòn.

un fuerte saludo


fus

Anónimo dijo...

Vaya, era una gesto que me confundía, gracias.

Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)


1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.


Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.