Tras ignorar durante años las reiteradas quejas expuestas por diferentes asociaciones vecinales, el Ayuntamiento decidió tomar medidas para atajar la plaga de palomas que infestaba la capital.
Algunos ancianos aprovecharon esos días para despedirse de ellas, y lanzarles sus últimas migajas de pan antes de que una empresa privada capturase a las molestas aves y las trasladara hasta un pueblo abandonado lejos de la urbe.
Felices por la desaparición de excrementos y plumas, los habitantes reemprendieron su rutina diaria sin percatarse de las nuevas criaturas que comenzaban a ocupar el espacio desalojado. Al principio, instaladas únicamente en las iglesias, pasaron desapercibidas mientras su número aumentaba de forma considerable. Pero con el transcurso de los meses, invadieron también las cornisas de edificios aledaños.
Resultaba imposible alzar los ojos sin sentirse sobrecogido ante la visión de todas aquellas gárgolas, que campaban a sus anchas en los tejados con actitud amenazante.
Ya nadie se atrevía a pasear después del atardecer, y la mayoría de la gente se desplazaba protegida en el interior de sus vehículos por miedo a ser atacada.Cuando los grotescos seres abandonaron sus posiciones y descendieron hasta el suelo, cundió el pánico. Un gabinete de crisis constituido por tres biólogos, cuatro arquitectos y un sacerdote, decidió que la única manera de resguardar a la población era evacuando la ciudad. El nuevo destino fue un pueblo abandonado, lejos de la urbe, y poblado únicamente por majestuosas palomas.
Algunos ancianos aprovecharon esos días para despedirse de ellas, y lanzarles sus últimas migajas de pan antes de que una empresa privada capturase a las molestas aves y las trasladara hasta un pueblo abandonado lejos de la urbe.
Felices por la desaparición de excrementos y plumas, los habitantes reemprendieron su rutina diaria sin percatarse de las nuevas criaturas que comenzaban a ocupar el espacio desalojado. Al principio, instaladas únicamente en las iglesias, pasaron desapercibidas mientras su número aumentaba de forma considerable. Pero con el transcurso de los meses, invadieron también las cornisas de edificios aledaños.
Resultaba imposible alzar los ojos sin sentirse sobrecogido ante la visión de todas aquellas gárgolas, que campaban a sus anchas en los tejados con actitud amenazante.
Ya nadie se atrevía a pasear después del atardecer, y la mayoría de la gente se desplazaba protegida en el interior de sus vehículos por miedo a ser atacada.Cuando los grotescos seres abandonaron sus posiciones y descendieron hasta el suelo, cundió el pánico. Un gabinete de crisis constituido por tres biólogos, cuatro arquitectos y un sacerdote, decidió que la única manera de resguardar a la población era evacuando la ciudad. El nuevo destino fue un pueblo abandonado, lejos de la urbe, y poblado únicamente por majestuosas palomas.
11 comentarios:
De fácil lectura, nos presentas un relato que es como una fábula, donde la moraleja es que muchas veces no sabemos apreciar lo que tenemos hasta que lo perdemos. O Virgencita que me quede como estoy. Me ha gustado
Me ha encantado imaginarme a las gárgolas ocupando las calles...Ahora habrá que ver si las palomas están dispuestas a compartir su espacio...
Besos desde el aire
Caray, cómo es posible que en ese pueblo la gente no tenía idea de uno de los más importantes trabajos de las palomas: mantener tranquilas a las gárgolas.
¡Felicidades! Muy bueno, y ejemplar para los funcionarios, jaja. Saludos.
En broma te diré que me he sentido menospreciada- casualmente me llamo Paloma- con eso de ser una plaga.
En serio te digo que me resulta sumamente gráfico tu micro, puedo sentir el crujido de las gárgolas que amenazan la tranquilidad de los vecinos. Muy original.
Un saludo
Este relato me recuerda tímidamente a una serie de Gárgolas que veía de cría y que me encantaba. Claro que en la serie las gárgolas eran buenas.
¿Las palomas mantenían a raya a los gárgolas o comen lo mismo y al haber más comida las últimas empezaron a proliferar?
Un poco más en serio, hay que ver la de tonterias que podemos hacer los hombres y que bueno es no tener memoria histórica para no sentirme perfectamente idiotas.
Si Hitchcock levantara la cabeza...
Un gran texto, sí señor. Además ejemplarizante.
Muy buena la narrativa,
un placer leerte.
feliz semana.
Estupendo texto. Me ha arrancado una sonrisa la ironía de la historia (yo que me quejo siempre del ayuntamiento que no se lleva las palomas del barrio, por que la calle está asquerosa de cagadas y plumas). Ahora, me lo pensaré antes de quejarme.
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