Daniel Galantz es un fantástico humorista gráfico que los que siguen este blog ya conocerán. Para los que no lo conozcan recomiendo que visitéis su blog GALANTZ.

Pues bien, cual fue mi sorpresa cuando hace unos días abrí mi correo y vi un mensaje suyo en el que me enviaba un bonito diseño para El Microrrelatista. Me gustó mucho y es el que podéis ver en la cabecera de esta página.

¡Gracias Daniel!
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jueves, 3 de noviembre de 2016

Canguros. Elena Casero




Canguros

Ahí están, sentados en el sofá desde hace un par de horas. Mohínos, con la mirada gacha, incapaces de pronunciar una sola excusa, asintiendo atónitos a las agrias palabras de su hija.
Que si la sopa estaba caliente, que si la siesta, que si no tenéis cuidado con el columpio.  Un caudal de reproches. Se miran sin comprender qué ha sido de aquel rostro angelical, de aquella sonrisa luminosa, de aquella niña que parecía tan dulce  y cuyas fotos están repartidas por toda la casa. Y recuerdan sus desvelos, sus cuidados, su dedicación.
Y, sin poderlo evitar, observan temerosos a ese pequeño energúmeno, ese calco, que ya les amenaza con el biberón.

Autora: Elena Casero.

sábado, 24 de marzo de 2012

EXTRAÑOS SINTOMAS


A los pocos meses de casarme empecé a notar unos extraños síntomas en el estómago. Su procedencia me resultaba desconocida ya que jamás había sentido algo semejante. Desde que me levantaba hasta el momento de caer rendida en la cama sentía un ligero, pero permanente, dolor que me producía malestar. Era una sensación que nacía en la zona más interna de mi aparato digestivo, un pinzamiento que parecía proceder de algún punto de la columna.
Pasé por la consulta de varios médicos que me diagnosticaron las dolencias más peregrinas: hernia, úlcera de duodeno, nervios, incluso lombrices. Llegaron a pensar en un embarazo psicológico. El dolor se fue agudizando con el tiempo. En determinados momentos, en especial por las noches y los fines de semana,  notaba que una fuerza poderosa estiraba de mi ombligo hacia lo más profundo de mi intestino, como si fuera agarrada de un inexistente cordón umbilical. El dolor me obligaba a caminar encogida, con el riesgo de padecer chepa.
Visité la consulta de especialistas afamados, médicos naturistas y homeópatas. Para mi desgracia, el dolor no remitía, incluso se iba agravando con los años. Me recetaron pastillas para la acidez y antiespasmódicos, hierbas, comprimidos de algas y no sé qué más. Las medicinas no surtían el efecto deseado, lo que me llevó a abandonar un tratamiento tras otro. El último intento fue tomar hierbas para contrarrestar los aires que decía el médico que me producía la comida, aunque yo sabía que no era eso. Apenas podía mantenerme erguida. Sentía como si el centro de mi existencia estuviera desequilibrado.
Desde que mi marido me dejó y se fue con otra a quien hacerle la vida imposible, he recuperado mi estatura normal.

miércoles, 5 de octubre de 2011

SU NOMBRE

¿Cómo se llamaba? Mientras hacía esta pregunta a la nada, mi madre alzó la mirada hacia el aséptico techo de la habitación en busca de la respuesta. Permaneció absorta mirando el cielo raso unos intensos minutos. Luego dirigió su incrédula mirada hacia mí, sentada a su lado en silencio. Desvié la vista de su rostro indiferente para ocultar las lágrimas, aunque ella ya no recordara qué son ni qué significan. Mis manos sujetaban las suyas, inertes y olvidadas en su regazo. ¿Cómo se llamaba? Insistió. Pero yo no supe cómo decirle que se llamaba mamá.

viernes, 2 de septiembre de 2011

COMER A LA CARTA

Mi padre saca la baraja y reparte las cartas.
Ayer mi hermana sacó el As de Oros. Anteayer ganó mi hermano con un As de Bastos. Nuestras miradas están pendientes de las manos de mi padre. Al fondo se escucha el tintineo de los cacharros de cocina. Un sabroso aroma inunda el comedor y nuestras tripas se agitan ansiosas. Mi abuela ha sacado el As de Copas. Los demás nos conformaremos con olor de las albóndigas.

martes, 31 de mayo de 2011

Dias de nervios

Con los nervios a flor de piel y acidez en el estómago, me marcho a trabajar cada vez que me llaman del paro. No es el trabajo de mi vida pero, con esta crisis, es lo único que encuentro. El día anterior afilo el instrumento y, bien bruñido, lo guardo en su funda de tela negra.
Mi mujer sólo se queja cuando regreso a casa sin haber limpiado la sangre del hacha

martes, 30 de noviembre de 2010

MIEDO A VOLAR

El pasajero del asiento 25A se removía incontrolado en su asiento. El del 25B le cogía de un brazo. La mujer del asiento de detrás lo agarraba por los hombros intentando tranquilizarle pero él seguía diciendo que la tierra estaba demasiado cerca, que veía los tejados de las casas y el mar, y las cabezas de las personas, y los coches circulando por las carretera y acababa de ver un pájaro por la ventanilla del avión y se iban a matar. La azafata se apresuró a llevar un tranquilizante para el pasajero descompuesto.
Antes había mirado el listado de pasajeros: Asiento 25A : Neil Amstrong. Astronauta.

sábado, 6 de noviembre de 2010

UN ANGEL

Mi abuelita me presentaba ante sus amigas como un ángel.
A renglón seguido añadía: — oscuro.
Yo les respondía con una mirada llena de dulzura.
Ellas me observaban con el ceño fruncido y un mohín de inquietud, no sé por qué. Le he preguntado muchas veces a mi abuelita pero siempre me ha respondido con evasivas y sin mirarme a los ojos. Ayer noche tomándola de las manos, le volví a preguntar y ante mi insistencia, con gesto de dolor, me confesó que no sabía porqué lo decía. Entonces le di la oportunidad de averiguarlo. A estas horas ya debe de estar en el cielo.

domingo, 17 de octubre de 2010

EL PAÑUELO DE HILO

Algunos lloran, sobre todo las señoras de buen corazón que se arrebujan en sus abrigos de pieles, tiritando de tristeza y enjugándose cuatro lagrimillas mientras observan la escena del mendigo destripado en medio de la calle, reteniendo el tráfico que lo rodea, atropellado frente a la puerta de la iglesia, protegido por un chucho desgreñado que no para de aullar.
Tapándose la boca con un pañuelito de hilo dice una: — ¡Qué lástima! Alguien debería llamar a la perrera.


Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)


1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.


Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.