Fotografía de Diego Morales |
Se
había comprometido ante su psicólogo a detallar por escrito sus pensamientos más
inconfesables, sus recuerdos vergonzantes, sus mentiras y sus miserias. No debía
ocultar ningún detalle por molesto que le resultase. También debería, para
finalizar la tarea, dedicarse unas palabras elogiosas y cariñosas, aunque
fuesen mentira.
Escribió
varios folios con letra menuda y artificiosa, salpicó el papel con unas gotas
diminutas de perfume, lo plegó mimosamente y escribió la dirección en un sobre
azul con letra clara para que el cartero no lo extraviara.
Varios
días después, el repartidor llamó a la puerta y le entregó profesionalmente la
carta que tan impacientemente esperaba. Le temblaban las manos de nerviosismo,
se sentó junto al balcón para aprovechar mejor la luz y leyó atentamente varias
veces la misiva para no perderse ninguna observación.
(Diego Morales)
2 comentarios:
Éste de seguro blogueaba. Para sobrevivir se bastaba él mismo como lector.
Carlos:
Como Juan Palomo: yo me lo quiso, yo me lo como.
Salu2.
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