Todas las noches, desde aquella en que durmieron juntos por primera vez, Raquel inventaba un cuento para Ramón. Si por cualquier motivo no se sentía inspirada, le leía a cambio cuatro páginas de un libro, siempre cuatro, y terminaba leyendo la primera frase de la página siguiente para después susurrarle al oído “Pero esa, mi Sultán… esa ya es otra historia”.
Mil y una noches después de aquella primera, a Ramón lo borraron de la faz de todas las Tierras. “Si alguna vez me agarran y no me volvés a ver, no me olvidés nunca, Shede, nunca. Pero no te mueras conmigo… tendrás que vivir por los dos. Así les derrotaremos.” –Le había dicho Ramón cientos de veces en aquellos años crueles de la dictadura.
Cuando fue capaz de asumir su ausencia y pudo vivir otra vez con ese hueco en el alma, Raquel hizo dos cosas: Cambió su nombre por el de “Shede” y juró no volver a contar un cuento hasta haber terminado de leerle a Ramón el libro que dejaran inconcluso.
Tres veces al año, desempolvaba su ejemplar de Rayuela y salía a comprar una rosa. Cada 9 de febrero, cumpleaños de Ramón, se sentaba a la orilla del río Ajó, leía cuatro páginas del libro y después de arrancarlas, las echaba a la corriente junto a la flor. Luego leía la primera frase de la siguiente página y le decía al viento: “Pero esa, mi querido Sultán… esa ya es otra historia”. Los días 2 de agosto, la fecha que lo desaparecieron a Ramón, repetía el ritual junto al mar y enterraba las cuatro hojas y la flor en la playa de Santa Teresita o en la de Mar del Tuyu. El día de muertos le leía en los bosques de Costa del Este, colgaba las páginas de la rama de un árbol y posaba en su base la rosa. Luego volvía a casa con un nudo en el pecho y piedritas en los anhelos.
Ocho años tardó en cumplir su promesa. Ocho años de una vida a medias. Aquella tarde, por fin, lloró las lágrimas acumuladas durante una eternidad de soledades valientes, ausencias derrotadas y rabias contenidas, que casi terminan por envenenarle el alma. Sentada en el bosque, llorando a lágrima muerta, dejó que todo lo gastado fluyera fuera de ella. Después, exhausta, vacía… se sintió limpia, viva otra vez. Dispuesta para una vida nueva, cierta, clara y feliz,… Una vida plena… vivida para los dos.
A día de hoy sigue contando cuentos.
A día de hoy sigue contando cuentos.
A todos los que lucharon contra la barbarie y no tuvieron, siquiera, una tumba en la que removerse. A ellos y ellas. A los de allá y a los de acá.
6 comentarios:
Gracias, Puri, por animarme a volver.
no,no es justo hacerme llorar y temblar un sabado tan temprano!!!
que maravillaaaaa...que maravillaaaa...
mis felicitaciones de todo corazon!!!
Hermoso homenaje, Kum y hermosa también el legado: tendrás que vivir por los dos. Así les derrotaremos.” .
Besitos
Siempre me ha dolido especialmente esa expresión: "lo desaparecieron", como de esas cosas que se saben pero no se dicen, que se esconden entre palabras y el dolor sale entre las letras. Me encanta el relato, el homenaje y que pueda seguir contando cuento, viviendo.
Saludillos
Conocer el lugar donde descansa o rabia el cuerpo de los ausentes es un alivio para el alma de los que les lloran, y un recuerdo visible de las barbaridades cometidas por esos bárbaros azules.
Me apunto a tu homenaje.
¡Por dios! Me hiciste llorar desde el segundo párrafo. No sé si yo habría podido recobrarme -a pesar de las promesas- después de un duelo tan largo y doloroso.
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