Daniel Galantz es un fantástico humorista gráfico que los que siguen este blog ya conocerán. Para los que no lo conozcan recomiendo que visitéis su blog GALANTZ.

Pues bien, cual fue mi sorpresa cuando hace unos días abrí mi correo y vi un mensaje suyo en el que me enviaba un bonito diseño para El Microrrelatista. Me gustó mucho y es el que podéis ver en la cabecera de esta página.

¡Gracias Daniel!

sábado, 22 de octubre de 2011

Raquel.














     Todas las noches, desde aquella en que durmieron juntos por primera vez, Raquel inventaba un cuento para Ramón. Si por cualquier motivo no se sentía inspirada, le leía a cambio cuatro páginas de un libro, siempre cuatro, y terminaba leyendo la primera frase de la página siguiente para después susurrarle al oído “Pero esa, mi Sultán… esa ya es otra historia”.

     Mil y una noches después de aquella primera, a Ramón lo borraron de la faz de todas las Tierras. “Si alguna vez me agarran y no me volvés a ver, no me olvidés nunca, Shede, nunca. Pero no te mueras conmigo… tendrás que vivir por los dos. Así les derrotaremos.” –Le había dicho Ramón cientos de veces en aquellos años crueles de la dictadura.

     Cuando fue capaz de asumir su ausencia y pudo vivir otra vez con ese hueco en el alma, Raquel hizo dos cosas: Cambió su nombre por el de “Shede” y juró no volver a contar un cuento hasta haber terminado de leerle a Ramón el libro que dejaran inconcluso.

     Tres veces al año, desempolvaba su ejemplar de Rayuela y salía a comprar una rosa. Cada 9 de febrero, cumpleaños de Ramón, se sentaba a la orilla del río Ajó, leía cuatro páginas del libro y después de arrancarlas, las echaba a la corriente junto a la flor. Luego leía la primera frase de la siguiente página y le decía al viento: “Pero esa, mi querido Sultán… esa ya es otra historia”. Los días 2 de agosto, la fecha que lo desaparecieron a Ramón, repetía el ritual junto al mar y enterraba las cuatro hojas y la flor en la playa de Santa Teresita o en la de Mar del Tuyu. El día de muertos le leía en los bosques de Costa del Este, colgaba las páginas de la rama de un árbol y posaba en su base la rosa. Luego volvía a casa con un nudo en el pecho y piedritas en los anhelos.

     Ocho años tardó en cumplir su promesa. Ocho años de una vida a medias. Aquella tarde, por fin, lloró las lágrimas acumuladas durante una eternidad de soledades valientes, ausencias derrotadas y rabias contenidas, que casi terminan por envenenarle el alma. Sentada en el bosque, llorando a lágrima muerta, dejó que todo lo gastado fluyera fuera de ella. Después, exhausta, vacía… se sintió limpia, viva otra vez. Dispuesta para una vida nueva, cierta, clara y feliz,… Una vida plena… vivida para los dos.

     A día de hoy sigue contando cuentos. 


A todos los que lucharon contra la barbarie y no tuvieron, siquiera, una tumba en la que removerse. A ellos y ellas. A los de allá y a los de acá.


6 comentarios:

Kum* dijo...

Gracias, Puri, por animarme a volver.

LA FEMME dijo...

no,no es justo hacerme llorar y temblar un sabado tan temprano!!!
que maravillaaaaa...que maravillaaaa...
mis felicitaciones de todo corazon!!!

Elysa dijo...

Hermoso homenaje, Kum y hermosa también el legado: tendrás que vivir por los dos. Así les derrotaremos.” .

Besitos

Puck dijo...

Siempre me ha dolido especialmente esa expresión: "lo desaparecieron", como de esas cosas que se saben pero no se dicen, que se esconden entre palabras y el dolor sale entre las letras. Me encanta el relato, el homenaje y que pueda seguir contando cuento, viviendo.
Saludillos

Ana Crespo Tudela dijo...

Conocer el lugar donde descansa o rabia el cuerpo de los ausentes es un alivio para el alma de los que les lloran, y un recuerdo visible de las barbaridades cometidas por esos bárbaros azules.
Me apunto a tu homenaje.

Anónimo dijo...

¡Por dios! Me hiciste llorar desde el segundo párrafo. No sé si yo habría podido recobrarme -a pesar de las promesas- después de un duelo tan largo y doloroso.

Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)


1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.


Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.