He tenido una recaída. Mamá se despachará con uno de sus sermones. Le va a preguntar a papá qué hizo mal, justo ella que pasa tantas horas en esa oficina para que no me falte nada. Volverá a dejarme una semana sin probar bocado como hace conmigo cada vez que se enoja y repite que quiere una hija normal, separando las sílabas y comiéndome con la mirada.
Se pondrá a recordar aquella vez que, en medio del balance general de fin de año, inundé la casa de números y las cifras taparon las cañerías y hubo que llamar al plomero y levantar el piso de la cocina. O de ese domingo que volví de las vacaciones con un atracón de imágenes y la escalera parecía una película en technicolor. De lo que costó conseguir un pintor que aceptara el trabajo de cubrir todo con látex porque ella se mareaba y no podía ir a trabajar.
Hace unos días no hago más que largar palabras. Abro la boca y sale una frase que se multiplica por los rincones del cuarto. Hoy he visto a una escaparse por el zócalo de la puerta. La he empujado hacia adentro de un tirón justo cuando sentía los tacones de mamá sobre la escalera. Ahora la puse debajo de la almohada como pude porque es un poco larga. "Te quería contar algo pero nunca tenés tiempo." Eso dice.
4 comentarios:
esos padres agobiados por la rutina ¿y los chicos!!!???
saludos
La hubiera dejado escapar. Que la madre la encuentre bajo una mesa, mirando un jarrón, algo tímida pero necesitada de leerla. Está muy bien la idea de volver físicas las palabras, de darles vida en la casa.
Crudo y genial microrrelato.
¡Felicitaciones!
Los chicos, Omar, devorados por esa rutina siempre esperan. El tiempo se está convirtiendo en algo suntuario. Gracias por pasar a leerlo.
Ciertamente, Eskimal. Cuando los llamados de atención no son percibidos, hay que ir por el camino directo.
Gracias, Juanito. Veo muchas realidades así de crudas en mi diario trabajo docente.
Saludos van! Les agradezco el feedback!
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