-Y además nos hace daño, todavía tienes en la espalda las marcas de la última paliza, parece que lo has olvidado-.
La niña mira hacía otro lado, no para borrar la huella de su padre impresa en la espalda, sino para que su hermana mayor no pueda leer en su mirada el secreto inconfesable que comparte con él.
-¿Traéis la sopa de una vez?- ruge el padre desde el comedor.
Sin levantar la vista, la pequeña derrama el frasco de matarratas sobre la sopera y la mayor sale de la cocina con la llave de su liberación entre las manos.
8 comentarios:
Que duro y que bien contado Esperanza.
Besos desde el aire
Tremendo y por desgracia muchas veces real.
Un abrazo, Esperanza.
conviviendo con el enemigo, a punto de liberarse
saludos
Los individuos de esa calaña no merecen otra cosa.
Me gusta esa sopera liberadora.
Un abrazo
Y ojalá que estuviera fría esa sopa además.
Duro y sin concesiones este micro.
Besitos
Esperanza, sin duda un ajuste de cuentas en toda regla. Nunca es justificado algo así, pero casos como estos, sin duda, lo ponen en el alambre y muchos diríamos que sí.
Bien reflejado.
Un abrazo, Escritora.
Una familia muy normal. Madre ausente (vaya uno a saber por qué), padre degenerado , bruto y desalmado y un par de hijas asesinas...
Bien relatada la situación y la complicidad en la desesperación.
Un cortito al mentón...
¡Qué buen final!
Excelente.
Saludos.
Publicar un comentario