Me picó una abeja, no es tan doloroso, un pinchazo, una quemazón y ya, en un rato me olvidé, ella no tuvo tanta suerte.
Ni me acordaba al día siguiente, cuando iba en el coche, y sin venir a cuento, tras un adelantamiento peligroso de un imbécil con cristales tintados tuve una erección, el pene totalmente rígido me miraba esperando una señal, solo pude parar en el arcén hasta que aquello pasó.
La segunda vez, y la última, estaba en casa tranquilo, leyendo en el sillón, cuando sonó el timbre. Un hombre vendía unas pinturas de minusválidos, eso decía pero casi me estaba obligando a comprar las láminas y unas hojas perfumadas para poner en el armario, de flores, me dijo, acercándome un plástico con un olor insoportable a perfume barato. El pene estaba erecto y me tiraba hacia el vendedor de estampitas con tanta violencia que no pude pararlo, horrorizado sentí como atravesaba el cuerpo del hombre, sus ojos me miraban sin dar crédito, pero mis ojos, en ese momento, ya no tenían vida.
6 comentarios:
Pieza única del género Falo-Ficción que has logrado,
¿O se tarta de un caso real, surgido de la crisis que atraviesan las abejas?
me encantan esos cortos con toque animal... :) nice Anita ;)
Carlos, me decanto por el género falo-ficción, aunque está basado en algunos hechos concretos...
CoRa, casi mitológicos, verdad?
Abrazos y gracias por los comentarios!
Vaya vaya, Anita, vaya como nos vienes.
Blogsaludos
Jeje. Cómo mola!
¿Dónde podría adquirir una abejita de esas? No es por nada, simple curiosidad científica, je, je, je.
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