Daniel Galantz es un fantástico humorista gráfico que los que siguen este blog ya conocerán. Para los que no lo conozcan recomiendo que visitéis su blog GALANTZ.

Pues bien, cual fue mi sorpresa cuando hace unos días abrí mi correo y vi un mensaje suyo en el que me enviaba un bonito diseño para El Microrrelatista. Me gustó mucho y es el que podéis ver en la cabecera de esta página.

¡Gracias Daniel!

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Las cebollas. - Gabriel Bevilaqua

                           

Las cebollas

Pelar y cortar cebollas no es una tarea fácil. Hay que tener cierto amor por las lágrimas. Cierta profesión lacrimógena. No era su caso! Pero estaba obligada; su marido, tenía tres pasiones: el alcohol, golpear a diestra y siniestra cuando estaba borracho, y, por supuesto, las cebollas. Quizás, por eso, las odiaba tanto. Ella quería reír, reír despreocupada como la niña que nunca había dejado de ser… Y tenía que llorar, llorar por los golpes y llorar por las cebollas. Ella, que odiaba tanto llorar y lloraba a mares. Si con sólo ver las cebollas ya empezaba a lagrimear, como si una mano extraña le abriera un grifo en los ojos. Y hoy, no sabía por qué, lloraba más que nunca. Por eso, cuando los insulsos borrachines amigos de su marido y la madre de éste, llamaron a la puerta y la encontraron bañada en lágrimas, creyeron que lo sabía... Su esposo, en una última hazaña alcohólica a fondo blanco, se había caído hacia atrás, desnucándose. Sintió que una risa, esa risa que creía perdida, pero que siempre había vivido en ella, le florecía desde lo más recóndito del alma, como un pájaro de luz. Sin embargo, sólo lloraba, lloraba con tal profusión, a lagrimones de elefante, que todos los secuaces del difunto quedaron conmovidos. “¡Qué mujer!”, dijo uno; “¡y a pesar que la golpeaba tanto!, esgrimió otro; “¡increíble!”, sentenció la madre. De más está decir que, desde aquel día, ella dejó de odiar a las cebollas, y que, pelándolas, jamás volvió a llorar, sólo a reír, reír, reír...


Autor: Gabriel Bevilaqua

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Decálogo para escribir microcuentos (Robado de la Escuela de escritores)


1. Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.

2. Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.

3. Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.

4. Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.

5. El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.

6. Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.

7. Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.

8. Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.

9. Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.

10. Piensa distinto, no te conformes, huye de los tópicos. Uno no escribe (ni microcuentos ni nada) para contar lo que ya se ha dicho mil veces.


Envía tus microrrelatos de no más de 200 palabras a elmicrorrelatista@gmail.com. Se irán publicando los mejores.