Alimenté a mi leopardo y ahora no puedo despertar. Todo era mejor cuando tenía vecinos y esperaba que salieran de casa para tirar del cordón que abría su jaula. Ahora que le había dejado en libertad no pensé que regresaría sino que buscaría comer en la aldea más cercana. Debí tomar en cuenta el mal presagio que implicaba el no volver a escuchar los tambores. Malditas moscas, pican horrible.Pero no me preocupan tanto como el sentir que el calor del sol está por traer a los buitres. Curiosamente siempre he sido muy animalero. Humanista, no tanto.
Que lleve cuidado, no vaya a ser él la próxima presa.
ResponderEliminarSalu2 leoninos, Carlos.
Gracias Dyhego.
ResponderEliminarNo sé como lo entendiste. Pero él es la presa más reciente.
Está pensando durante su agonía.
Animales somos y esta bien!
ResponderEliminarManouche Cherie,
ResponderEliminarNos la tienen ganada los animales en cuanto a convivencia.
Gracias por comentar.
Me ha gustado mucho. Deja un campo abierto a al imaginación, y es bonito imaginarlo todo.
ResponderEliminarMuchos besos
Gracias por visitar Carmen.
ResponderEliminarMe pregunto al leerlo como es que fué a dar al ermitañato y a qué sería sometido por su propia especie a quienes despreciaba al grado de aislarse así y dejar al leopardo consumirlos en buffett.
Y la manera en que espera la muerte como inmolación final.
Eso le pasó a tu protagonista por confiar en los animales, Carlos, por lo menos en éstos que no son precisamente domésticos. Abrazos amigo.
ResponderEliminarGracias por opinar Zuni.
ResponderEliminarPero más bien al pobre leopardo se le terminó la demás población a quien comerse.
Dramas de la vida.