Pasaba por la calle de la tristeza enfundado en el
recuerdo de otras horas, caminaba despacio, meditabundo, extraño, perdido en el
objetivo que no lograba perfilar. De pronto, vio la belleza en sus ojos; la
dulzura arreboló sus mejillas y la simpleza dibujó su sonrisa, exactamente
cuando sus miradas se encontraron. Sintió una débil alegría circulando sin
prisa por sus venas y arterias en un suave entrar y salir de su palpitante
corazón. Se detuvo. La brisa vespertina alzó su bufanda a rayas y tapó su
rostro. La vida pasó a su lado y no pudo verla, menos detenerla. Apretó bajo su
brazo el bastidor de madera que contenía el óleo con el retrato de una mujer y
continuó su marcha implacable. Luego, cayó la noche.
Bello, sugerente, emotivo y muy bien escrito, me ha gustado. Yo era habitual de tu blog antes de quedarme sin ordenador, pero la crisis me ha dado un respiro y he vuelto a la blogosfera y de paso he reactivado el mío, por donde te invito a pasar. Un saludo. "misrelatosyesteblog"
ResponderEliminarTu escrito es fuera de lo común como lo es la vida
ResponderEliminarGracias por comentar, Cronista. Me alegra que hayas regresado. Visitaré tu Blog. Saludos.
ResponderEliminar¡Gracias Recomenzar! la vida nos sorprende. Un saludo.
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