
El escritor había
dejado caer su cabeza sobre la destartalada mesa de cocina. La noche y su
oscuridad lo sorprendieron dormido y babeante. A su lado, un escrito que
parecía una carta y junto a él, una botella de ron vacía. Desde el atardecer,
no dejaba de beber, del pico nomás, en rebeldía con el mundo y su suerte. Así,
se introdujo en la brumosa soledad del sueño, sólo para acallar la pena que le
corroía el alma. Esa pena tenía un nombre: Ruth.
Poca palabras por todo un drama : bravo !
ResponderEliminar
ResponderEliminarQue bonito post, me he paseado por tu bloc y me ha encantado.
Te animo a hacer una ojeada en el post de esta semana y seguro que veras algunas ideas realmente interesantes.Deseo que te guste y si es así me alegraria que te hicieras seguidora. gracias por visitarme.
Elracodeldetall.blogspot.com
Una pena de amor por una carta de ruptura es un drama tan universal que se pudo haber titulado: "El hombre".
ResponderEliminarTanto que ésta carta en los Estados unidos es conocida como:
Recibir un Dear John.
Nombre que le pusieron soldados en bases lejos de casa que pasaban por éste sufrimiento y muchos de éstos, como en tu cuento se pegaban una borrachera.
Tu relato transmite a la perfección. Podía verlo como si fuera cine.
Besos.
¡Gracias Manouche! Las penas de amor siempre son un drama para quien las vive. Abrazo
ResponderEliminarLindas palabras, Julia!!! Prometo darme una vueltita por tu Blog.
ResponderEliminar¡Qué interesante Carlos! a tu lado aprendemos. Un gusto amigo.
ResponderEliminar