A pesar de saber que las probabilidades estadíticas lo rebasaban en progresiones excesivas que marcaban a cualquiera como a un casi seguro perdedor. Juan Alberto sabía que algún día ganaría el premio mayor. Para comenzar, él no era cualquiera. A través de su vida había ido venciendo adversidades por el simple hecho de contar con la fe y la persistencia necesaria para obtener resultados positivos. Le quedaba el pendiente de alcanzar la riqueza, y de su campo profesional, aunque tenía un salario digno, no se podia esperar que le diera una fortuna. Incluso se había programado a no caer en la mala administración y dispendios que cometen la mayoría de los ganadores. Ni tampoco sería víctima del infarto por el desborde emocional de ganar, todo previamente calculado anticipó mantenerse sereno y a lo más dar una media sonrisa como la de la Mona Lisa, y seguir adelante con su existencia libre de ir a cualquier sitio a comer o a viajar y además manteniendo su triunfo en absoluto secreto, ayudaría anónimamente a seres queridos pero no los convertiría en sus parásitos, ni se volvería blanco de envidias o candidato a secuestros en su familia.
El día en que cobró los millones vió con satisfacción que cumplió con todas sus esperanzas. Lo más que comentó a su esposa fué la siguiente pregunta.---¿Sabes lo que me preocupa el día de hoy?---
---¿Qué?--- dijo ella. El respondió: ---Nada.--