Corrían todas las mañanas en la pista de atletismo; lo hacían de dos en dos, con el pie atado a otro compañero. Yo era su instructor y confieso que pasé muy buenos ratos con aquellas carreras al contemplar sus esfuerzos en pos de la meta. Siendo sincero diré que fueron mejores los disfruté en la enfermería. Primero, ayudándoles a quitarse la sotana, después curándoles las rodillas desolladas Y sin embargo, ninguno comparable al placer de restregarles aquel ungüento calmante sobre moretones que la gravilla -que yo mismo extendía cada noche en la pista - sembraba sobre sus ya musculados torsos.
Realmente oscuro sin darle ese tono a la narración. Mi admiración.
ResponderEliminarGran instante de la protagonista, muestra que su cerebro lo pasaba en hervor, ojalá y se haya dado un instante de auténtica sublimación más allá de todo morbo.
ResponderEliminarSádica y morbosa. ¿No será que tenía curiosidad por ver debajo de las sotanas... :)?
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