Sabrina deambulaba
por la sala de espera de grandes dimensiones, con pisos de mayólica del 1900. Al
comienzo, su estado emocional no pasaba de una leve irritación. La nueva secretaria no la conocía, así que dio
su apellido de soltera para agregarse a la lista de turnos. Su ritmo cardiaco
aumentaba lentamente. Sus manos húmedas buscaban la soledad del bolsillo de su
chaqueta, mientras una lágrima, caía. Estaba a punto de estallar en ira y su reacción se anticipaba
agresiva. Esa pasión del alma era arrolladora. Cuando se abrió la puerta, se
encaminó segura hacia su esposo y lo abofeteó.
Hola amig@,
ResponderEliminarRealmente interesante, otra forma distinta de narrar una historia.
Mis felicitaciones, sigue así :)
Te agrego a mi lista de blogs útiles, y si te apetece, pásate
por felicidadenlavida
Un saludo,
Francisco M.
A mí me parece que la cosa no pinta bien! Bss
ResponderEliminarMuy bueno...
ResponderEliminar¡Saludos!
Imprevisible relato. Aun más corto y
ResponderEliminarbien descrito que los mios.
Una entrada nueva en el blog de Josefa espera tu comentario.
Un beso.
Me gusta mucho. Te deja pensando en esa contradicción tan humana de guardar el turno en la sala de espera, pudiendo pasar al momento, para abofetear al marido cuando le toca.
ResponderEliminarMe gusta mucho y me parece que está escrito muy sabiamente.
Un saludo.
Zunilda:
ResponderEliminarMuy bueno, parece que la bella secretaria ameritaba que le diera por lo menos ese moquete al marido.
Me pareció que veía la escena.
Un gran abrazo.
Grande tu transmisión del instante, y nos deja queriendo saber más del caso que tanto la engoriló.
ResponderEliminarBueno, es que las nuevas secretarias deben saber antes que todo, el nombre de la esposa de su jefe. Cansadas de ver la fotico sobre el escritorio, deberían andar más atentas. Bien por la bofetada, a veces, así se les devuelve la razón.
ResponderEliminarUna sonrisa me ha arrancado Belkis. Gracias a ella y a todos mis queridos compañeros por opinar.Un abrazo
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