Aquella tarde, papá, regresó a la tumba entristecido. No
dejó de dar vueltas, murmuraba palabras sin sentido además de pegar puñetazos
furiosos contra las lápidas de la cripta.
Calmarlo era inútil, su mal humor no admitía ninguno de los argumentos
que intentamos esgrimir, ni siquiera sirvió decirle que la silla eléctrica nos
permitiría volver a ser una familia. Lo que más le molestaba era tener que
soportar eternamente el olor a carne quemada de nuestra asesina.
Elysa, es un relato simpático por ese final que propones. Me imagino que los muertos no tendrán la capacidad de disimular su olor ni con valiosas colonias ni nada que se le parezca.
ResponderEliminar¡Pobres!
Bessets.
Electrizante tangazo.
ResponderEliminarTragedión.
Bravo.
Elysa genial, me he imaginado la escena y me he encontrado al final igual de indecisa que el protagonista.
ResponderEliminarBesos.
¡Ojú!
ResponderEliminarGenial Elysa. Profundamente dramático, al mismo tiempo que irónico.
ResponderEliminarUn saludo!
Las reuniones familiares tienen sus cosas buenas y algunas malas...
ResponderEliminarBesos desde el aire
Supongo que hasta en las tumbas, al reunirse la familia, siempre hay que soportar a ese personaje peculiar, que de otro modo evitarías.
ResponderEliminarUn relato creo que lleno de ironía.
Besos desde mi mar,
Me ha costado, Elysa, me ha costado. Por el título lo he pillado. Falta por llegar la madre que se les cargó. Me gusta, bruja.
ResponderEliminarIgual un divorcio era mejor.
ResponderEliminar¡Espectacular!
ResponderEliminarSaludos.