En principio éramos dos. Dos que a veces se confundían en uno, un uno disfrazado de dos. La máscara no duró mucho tiempo, y cuando se cayó descubrimos que estábamos tres, incluso había restos de un cuarto. Y como suele decirse que dos son compañía y tres son multitud, no me salen las cuentas, tu presencia ya no me aporta nada. Me vuelvo un uno, buscaré otra forma de llegar al infinito.
Su, a veces uno más uno no son dos, y cuando eso sucede y se busca fuera otro número que te llene, mal.
ResponderEliminarLo mejor es ser uno que pueda sumarse con otro uno y que dé como resultado dos.
Me gustó este juego de números.
Bessets.
Buen juego de números y palabras. Pero, siendo uno solo, mala es la forma de llegar hasta el infinito sin compañía.
ResponderEliminarUn saludo,
María Eva.
Lo que demuestra que no siempre uno más uno es igual a dos :-)
ResponderEliminarMuy bueno, Su.
Un beso.
Tristeza revelada por insatisfacciones.
ResponderEliminarMás la razón no queda en claro, se puede tornar en un barril sin fondo o en una segunda oportunidad.
Mejor se uno si para ser dos tienes que aceptar tres, cuatro...
ResponderEliminarBesitos
Las matemáticas y la vida real no se llevan bien, ya lo decía Sabina "porque dos no es igual que uno más uno". Me gustó tu manera de contarlo
ResponderEliminarsaludillos
Si eres uno eres todo, Su. Muchas interpretaciones. Me ha gustado tu relato. Mis afectuosos saludos.
ResponderEliminarA mí tampoco me cierran las cuentas, Su, pero el cuento, sí! Redondo. Aquí, un uno hace rato... Saludos van!
ResponderEliminarLa unidad es lo primero.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Besos
Las matemáticas y la vida no suelen hacer buenas migas.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Me sigue gustando esta lección d ematemáticas sentimentales aquí también
ResponderEliminarIntenso.
ResponderEliminarSaludos.