Manolo quedó ciego en aquel extraño accidente cuando se estrelló con la moto contra la jaula de los halcones. Cuando recuperó el sentido, éstos ya le habían devorado los ojos. Cosas de pajarracos.
Le había costado mucho adquirir la posición por la cual compró la casa y cubrió los requisitos para vivir con plenitud.
Saliendo del hospital decidió capacitarse como ninja para tener una nueva forma de sustento.
Una noche ensayaba con su cuchillo en la total oscuridad, y resultó que el vecino con el cual reñía con frecuencia se metió a su casa a robar y éste topó con uno de los lances de Manolo quien le cercenó la traquea y lo mató involuntariamente. Para su desgracia las autoridades lo culparon de premeditación pues en el registro del teléfono había una llamada que él había marcado a su vecino para insultarlo.
Por mientras, sigue dedicado a sus ejercicios marciales, pues sabe que avanzando más, llegará el momento en el cual con un sólo salto saldrá de la prisión.
Hoy por hoy estar ahí le sirve para dominar totalmente la ceguera.
Ahora en la celda donde habita ; con el silencio de la noche añora las comodidades que le daba su profesión de proctólogo. En especial siente nostalgia por las revisiones frecuentes a las que acudía Mariana. Su paciente favorita.
Hilarante e histriónico. Osea, de la Parra.
ResponderEliminarBesos payasos, maestro.
¡¡Jajaja!!
ResponderEliminarExcelente, qué manera de reírme.
Un comendio de sucesos increíbles e inesperados.
Me encantó, genial.
Saludos.
Muy divertido de que manera por el camino del ninja llegamos a Mariana.
ResponderEliminarBesitos
Radical cambio de vida el de este Manolo, qué cantidad de sucesos increíbles para llegar a esa paciente favorita.
ResponderEliminarCarlos, genial como siempre.
Un beso desde mi mar,
Cabalgas sobre el absurdo y el humor con una envidiable elegancia.
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