Fría noche, madrugada lluviosa. Paso militar. La bota interfiere en la quietud de los charcos, que se ven obligados a formar estúpidas ondas huyendo del pisotón. Huele a humo, a cigarro incinerado a unos pocos centímetros de unos labios secos. Te cruzaste en su camino; él no te buscaba. Ahora escuchas cuero contra metal cuando saca lentamente su cuchillo de cazador. Y ese insignificante grito que exhibes no es más que un acelerador en la descarga de su ira. Tal vez aún no seas consciente, pero te va a matar.
LA última frase se me hace macabra...me gusta.
ResponderEliminarUn saludo^^
A veces sólo se es la víctima por estar en el sitio incorrecto en el momento preciso.
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