Moon, de Moon-artifice
Un hambre antigua, que les hinchaba la panza y les hacía los ojos redondos y enormes, los impulsó a seguir la escala luminosa y a subir a la luna cogidos de la mano. A falta de cuchara, los dos chiquillos arrancaron con sus puños menudos grandes trozos de pulpa dulce y blanca. Comieron hasta hartarse, dejando en la superficie del globo unos huecos profundos, como cicatrices sombrías. A la mañana la madre los encontró muertos, a orillas de la playa, con una sonrisa satisfecha y las mejillas churreteadas de zumo de plata.

Triste y tierna tu historia, me gusta :)
ResponderEliminarExtraordinario, Elisa.
ResponderEliminarNo es mi costumbre poner nota como el blog lo sugiere (creo que nadie es quien para calificar a un creador) pero no encuentro mejor modo de expresar lo que siento
Precioso!!!
ResponderEliminarMe ha encantado. Gracias.
Saludos desde el aire.
triste pero sumamente poético! me encantó!!!
ResponderEliminar¿Por qué ha de acabar tan mal? ¿Qué tiene de malo comerse la luna? Y que bien contado y qué triste!!
ResponderEliminarGracias, Mixha, Patricia, Rosa, Sandra.
ResponderEliminarLuisa, ¿es malo comerse la luna? ¿Sería que se empacharon? ¿Sería un sueño? Sólo sé que un final feliz sería demasiado reconfortante mientras hay tantos niños que pasan hambre.
Besos al póquer de chicas :).
Agridulce, ese zumo de plata.
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