Siempre que tocabas el nocturno de Chopin la casa se llenaba de moho, la humedad brotaba del parquet y casi se la podía ver revoloteando en torno al piano, bamboleándose en cada apoyatura. Entonces los acordes removían el polvo y las telarañas se cimbraban, había que ver a los arácnidos asustados bajando por las paredes; y era primavera. Yo te esperaba todos los lunes tras la puerta, con los ojos bien abiertos, las manos bien extendidas, y cuando la puerta se abría cerraba los ojos y te dejaba pasar, me quedaba ahí hasta escuchar la primera nota. Después encontré a una mujer tan sola como yo y supe que tenía que escucharte tocar a Chopin, pero dejaste de venir y el musgo envuelve la casa y los arácnidos tejen despreocupados en tu piano. Quizá pensaste que me estaba enamorando.
Baizabal
buen final , me gusto mucho tu relato, besos
ResponderEliminarQuizás, quizás,...
ResponderEliminarBlogsaludos
Si te paras un momento, el musgo te abriga como una manta, mientras escuchas de fondo el nocturno de Chopin.
ResponderEliminar¡Ellos siempre tan cobardes!
ResponderEliminarEse quizás duele tanto... me gustó mucho
ResponderEliminarsaludillos
Ese quizás duele tanto... me gustó mucho
ResponderEliminarsaludillos
¡Hermoso,Baizabal! Un amor en ciernes, después de la vida. Un gusto.
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