Ella salió una madrugada de cualquier día sin luna, sin dejar huella alguna y decidió coger un tren hacia donde fuera.
Él recogió su mochila, salió sin mirar atrás y caminó hasta la estación, dejando tras cada paso las ganas de volver.
Se miraron a través de las vías de ninguna parte.
Él miró su vestido y pensó “mustia y triste”. Estaba harto de mujeres desvalidas que buscaban en cada hombre un salvador.
Ella miró sus botas de cuero y pensó “chulo y engreído”. Ya no quería hombres que la cuidaran y le dijeran lo que era o no bueno para ella.
Nunca supieron que eran el uno para el otro.
El prejuicio lo mata todo. Me gustó el micro.
ResponderEliminar¿Quien podía saberlo?
ResponderEliminarLos únicos que podrían saber si estaban hechos el uno para el otro eran ellos mismos, pero no se dieron una oportunidad. A veces las primeras impresiones son certeras, pero no siempre es así.
ResponderEliminar¡Muy bueno Tonet!. La incomunicación es terrible. Puedes hablar mucho y no decir nada. Estas historias ocurren en el Mundo más de lo que se piensa.Un abrazo, compañera. Un gusto leerte.
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