Alicia atravesó el cristal. Al otro lado pudo observar, enjaulado, un conejo blanco sujetando un reloj con su pata derecha. Allí estaba también el gato de Cheshire, que como si fuera un mago, despareció de su vista en menos de lo que dura un instante. También pasó ante sus ojos la malvada reina de corazones, exhibiendo su cuerpo desnudo, con, al menos, un par de hombres agazapados bajo el raso. Y el sombrerero loco, mirándola a través del cristal de su sombrerería, con las manos en la sien, y esa boca enorme abierta, como de espanto, ése fue el último ser que vio antes de golpear violentamente su cuerpo contra el suelo, no pudiendo reprimir la sensación de que la próxima fiesta a celebrar, sería la de su nocumpleaños.
Maite, si Lewis Carrol viviera tendría que aceptar que tu título es más indicado que el suyo.
ResponderEliminarChapó!!!
MA-RA-VI-LLO-SO. Espléndido. Me encantó. Ya te lo había leído antes por ahí. Y ya en su momento me pareció un relato genial.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un abrazo
Sigo pensando que me gusta y que Alicia se debería plantear dejar de mezclar pociones...
ResponderEliminarUn abrazo y feliz no-cumpleaños
Precioso final de funeral chino antiguo.
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