La chica morena, de pie junto a La Mallorquina, observa en silencio al mendigo sin brazos, agitando con la boca el vaso con las monedas recolectadas, y al yonqui que, de rodillas, implora algo para comer.
Al verles comprende que sus caras de angustia y necesidad hoy se diferencian muy poco de la suya. Mientras ellos piden ayuda a gritos, ella continúa suplicando, en voz baja, y mirando compulsivamente su reloj.
Horas después, al caer la noche, el manco y el yonqui deciden marcharse. Es entonces cuando ella, con lágrimas en los ojos, comprende que él también se fue.
Al verles comprende que sus caras de angustia y necesidad hoy se diferencian muy poco de la suya. Mientras ellos piden ayuda a gritos, ella continúa suplicando, en voz baja, y mirando compulsivamente su reloj.
Horas después, al caer la noche, el manco y el yonqui deciden marcharse. Es entonces cuando ella, con lágrimas en los ojos, comprende que él también se fue.
En 99 palabras
Desolador!
ResponderEliminarMuy buen micro Miguel
Un abrazo
La angustia es siempre dolorosa, en cualquier circunstancia, aunque la causa que la provoque no sea manifiesta. Tu relato me ha transmitido esa angustia, Miguel. Un abrazo.
ResponderEliminarQué bueno, Miguel.
ResponderEliminarSaludos.
Realmente triste y desesperanzador. Pero así sucede tantas veces...
ResponderEliminarBuen Micro!
Saludos.
Te deja desolado, taciturno. Casi todos hemos tenido una experiencia así, pero tu forma de decirla ha sido grata.
ResponderEliminarBlogsaludos
Habrá que pensar que la chica ya ha curado sus ideas y todo esto es ya agua pasada.
ResponderEliminarCualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Gracias por vuestras aportaciones.
Saludos