Bañaba al paquidermo absorta en sus pensamientos. A fin de cuentas no se consideraba tan distinta del enorme animal. Los dos estaban, de una u otra forma, cautivos, ambos eran exhibidos impúdicamente y se encontraban fuera de su ambiente. Hacía ya algunos años que Adela tomaba avena, hojas de ortiga y algas para hormonarse. Su número, el de la mujer barbuda, era uno de los más aclamados por el público.
Esclavos de un destino que probablemente no eligieron. Ahora, está en manos de Adela poner a remojar la barba a remojo. Valor y suerte!
ResponderEliminarCreo que todos, de un modo menos evidente y grosero, en algún punto somos Adela, o lo hemos sido, o lo vamos a ser.
ResponderEliminarGran micro Maite!
Besos
Hay una diferencia fundamental entre Adela y el animal, ella puede decidir. Quizás, el miedo a esa libertad tenga barrotes más gruesos que la jaula de un circo. Tu relato me lleva a meditar sobre mi propio miedo a decidir. Un abrazo.
ResponderEliminarYo también pienso en miedo a la libertad, para mí es revelador en este micro un pequeño detalle, es barbuda porque utliza una serie de remedios para serlo. Si un día así lo decidiera podría no ser "La mujer barbuda" pero quizá su jaula sea ese mismo éxito del que ya no quiere prescindir, o del que la obligan a no prescindir...
ResponderEliminarSaludín
Al menos tenía el cariño del público... ¿Era eso lo que la retenía allí? ¿O quizá era el amor por el elefante? Yo creo que alguien la obligaba.
ResponderEliminarbesos
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ResponderEliminarSergio: ojalá encuentre el valor suficiente para quitarse ese yugo. Abrazos
ResponderEliminarPatricia: creo que efectivamente todos hemos sido alguna vez Adela, sin "descubrirnos" del todo, alienados por reglas, prejuicios y preceptos. Besos, Patri.
Pedro Alonso: qué buenísima reflexión, me agrada ver tu comentario porque ahí es donde quería tener al lector. Abrazos.
R.A.: tu análisis es profundo y creo que es la base de la reflexión que lleva implícita el relato. Gracias por pasarte, Rosana. Besos.
Puri: tal vez su soledad le hacia necesitar el aplauso (como a muchos la aprobación de los demás), o el amor al elefante (como a muchos la seguridad que nos da lo conocido frente a lo desconocido) o quizás estaba obligada (por alguien o por ella misma y su propia indecisión o falta de valor) Gracias por desmenuzar el relato de una manera tan precisa. Fuerte abrazo.
Digo, cada quien a lo suyo, pero éstas mujeres barbudas que no se afeitan como que están atrapadas en un extraño concepto aparte de prestarse a soportar un rechazo de aceptación del resto del conglomerado.
ResponderEliminarAhora, que si le gusta y es feliz así, ¿Cual jaula?
No era cautiva, era su voluntad.
ResponderEliminarBicos.