Brooklyn, sábado 23 de mayo de 2015, 8:43 p.m.
Esta tarde he deambulado por las calles de Brooklyn. Mi cometido era sencillo: encontrar al anticuario que compraría el camafeo de la abuela. Me dieron las señas el pasado viernes, mientras ausente anhelaba otra cerveza. Tenía el vago recuerdo de un nombre, y con eso me dispuse a encontrarle. Pero Brooklyn es un barrio lleno de anticuarios. Y tras llamar a muchas puertas y recordar muchas historias, de fantasmas, de callejones y de hermanos marcados por el infortunio, llegué hasta el anciano Uggly en la avenida Bedford. Lo vendí, eso es todo, por el precio que a disgusto acordaron mis hermanas, siempre se piensa que lo que tiene un valor sentimental, vale más de lo que otro está dispuesto a pagarle. Pero tan sólo era un viejo camafeo, qué carajo! qué disputas!, por la cara de museo de cera del perfil de una dama.
Lo angustioso me sobrevino después, cuando dólares en el refajo, deshice a la inversa el camino de vuelta y me perdí.
Me encontré con Paul, un lugareño, que me dijo que era famoso escritor de novelas de intriga, de rufianes, de apostadores de bolsillos vacíos, de leviatanes, de niños prodigios con cefaleas, de vértigos y de detectives desdoblados en tres. De hombres de palabra, y de honores.
Me reí, vaya imaginación la de aquel tipo de nariz sobresaliente y ojos saltones. Me dije, este tipo debe ser un pobre funambulista de la realidad en la cuerda floja de la imaginación, y le seguí la corriente. A alguien debía yo seguir, más cuando estaba horas perdido. Nos tomamos unas cañas, y luego se fue como había venido, con un cigarrillo en la boca cuya ceniza desafiaba la gravedad.
Volveremos a vernos amigo, me dijo.
Y se marchó.
Hoy me he levando a las 8:43 y es sábado 22 de mayo de 2010. No recuerdo si ayer me escapé del futuro por algún poro del túnel del tiempo o fue el poso del tiempo en la taza del té de mi imaginación, hirviente por los años de insomnio. La cuestión es que he vendido el camafeo y tengo en la mesilla un billete de avión hacia Nueva York. Y un libro dedicado de un tal Auster.
Anónima Mente
Buen homenaje al amigo Auster y a su libro Brooklyn Follies. Felicidades. Un abrazo.
ResponderEliminarAnónima, no sé si hay un error con las fechas y los días de la semana...
ResponderEliminarGrande, Paul Auster, pero puede que tenga pinta de funambulista más que de escritor, sí.
Un homenaje humilde para un gran escritor.Gracias por comentar Maite.
ResponderEliminarAnita, no hay errores de fechas, (el último párrafo lo aclara, si es que eso es posible...)esas cosas pasan en el mundo austeriano en el que todo es posible.De ahí mi admiración por Auster.
Un saludo!