miércoles, 18 de septiembre de 2013

Martina



En pocos minutos, el recinto se llenó de un humo gris que parecía brotar de cada rincón del cubículo. Los ojos apesadumbrados de Jacobo, ya casi no distinguían nada, sólo formas girando a su alrededor. Las botellas descorchadas y vacías se mecían en el piso entablonado. No podía respirar. Terminó cayendo de bruces. En la mañana siguiente, dos bomberos robustos lo encontrarían casi muerto de asfixia, en medio del derrumbe. Pero, ¿Qué diablos estaba sucediendo? ¿Y Martina, por qué le hacía eso. . .? Serían esas preguntas, los últimos pensamientos  que recordaría después de tres meses en coma, cuando despertó con una exhalación perturbadora, en aquella sala blanca tan distinta a su última morada. “Qué tipo raro, éste” había observado uno de los servidores: “Mira que meterse en la cripta para tomarse unos vinos a escondidas, y sólo por temor a la reprimenda de su esposa.”

5 comentarios:

  1. Con narrativa elegante despliegas éste retrato con decorados antiguos y que en el contenido muestra la tristeza del adversariato conyugal.
    Matrimonios así están urgidos de visitas al psicoterapeuta.
    Curiosamente en el relato que sigue aquí mismo abajo del tuyo, muestra como alguien se libera de un yugo así.

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  2. Es posible leerlo como un fantasma, una Martina viva pero en la cripta.

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  3. Buen cuento. Y me gustó tu lectura, Eskimal.

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  4. Es que hay personas que no reprenden, acusan sin tener en cuenta la circunstancias que llevan a uno hacer lo que hace.
    Eso sí, el escondite es el más escondido que pudo elegir.
    Buena narrativa aderezada con inquietante decorado.
    Besso de gofio.

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  5. Gracias amigos. Es bueno leer las opiniones porque enseñan. . .Un abrazo.

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