No sé
cómo lo hace, pero mi mujer siempre acaba por convertirme en el cómplice de sus
estrategias. Hasta ahora he accedido a cumplir sus instrucciones con tal de que se callase. Los resultados suelen acabar dándole la
razón, es cierto, pero si continúo siendo su marioneta por más tiempo, corro el
riesgo de perder el respeto de mis hombres. Ha llegado el momento de hacer
valer mi autoridad y de demostrar mi propia valía. He visto que sobre el escritorio descansa un
pliego con instrucciones. No pienso leerlo. Mañana
zarparé de Cádiz hacia el cabo Trafalgar, al encuentro de los ingleses, y esta
vez, vive Dios, lo haré a mi manera.
Del blog: MICROCUENTOS (y otras historias)
Jaja, y ella, invicta.
ResponderEliminarNo le sirvió la pataleta jejejje. Sin ella no sabía hacer las cosas muy bien.
ResponderEliminarBesos desde el aire
¡Jajaja! Excelente, me encantó.
ResponderEliminar¡Saludos!
buena "defensa" de las féminas"
ResponderEliminarPor lo que leo, el militar debió de leer sus instrucciones.
ResponderEliminarPodemos suponer que ella tampoco hubiera acertado con la estrategia...y así , tal para cual.
ResponderEliminarMe gustó.
Saludos
Lo brillante es mirar como provocaste que se dude de los hechos históricos.
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