Cuando deshiciste las maletas y colgaste tus sueños en mi vida, me los fui probando todos; a los que me quedaban grandes les subí el bajo y saqué la sisa de los que me estaban estrechos; abrí ojales y cosí botones, deshice jaretas y añadí pespuntes; no dejé ninguno sin arreglo, los fui ajustando a mi cuerpo y a mi mente. Un buen día me confesaste que amabas a otra y te dejé partir. Pero me quedé con ellos, de vez en cuando me los pongo, huelen a naftalina, pero me gusta recordar lo bien que me sentaba el amor.
Que buen texto. Final amargo pero realista al 1005
ResponderEliminar@arena_infinita
Genial...simplemente genial Paloma. Enhorabuena!
ResponderEliminarBrutal. Has descrito cómo la mente guarda recuerdos, al final quedan perfectos, a la medida y siempre guardados en un armario viejo.
ResponderEliminarBello texto.
ResponderEliminar¡Saludos!
Y aquél tuvo que partir desnudo.
ResponderEliminarExcelente. Redondo. Saludos.
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