El reloj marcaba las tres en punto de la madrugada cuando una llamada telefónica en la comisaría de policía alertó de lo que parecía un nuevo asesinato en las calles de Madrid. El cadáver, como los otros siete anteriores, no presentaba signo de violencia y presumiblemente de nuevo había sido envenenado. En su boca, adherida con un trozo de celo, una tarjeta de un bar de la capital de España llamado Bukowski, cerraba cualquier oportunidad de entrada de aire en los pulmones de la víctima. En el dorso de la misma se anunciaba una promoción de dos cócteles por uno aquella noche, concretamente si escogías el llamado coctel Vodka 7. La alarma iba en aumento a la par que las pérdidas económicas para el propietario del establecimiento. En el lugar de los hechos los agentes secretos del centro nacional de inteligencia recopilaban con esmero posibles pistas que permitieran aclarar algo del caso y salir del callejón sin salida donde se encontraban. Después de la séptima noche, del séptimo asesinato, tan sólo tenían claro que los cócteles masculinos conllevaban un cadáver de un hombre y viceversa. Y algo más inquietante: la lista de cócteles del bar Bukowski contenía 100 variedades distintas.
Pese a lo trágico, me ha hecho sonreir al final. Muy bueno.
ResponderEliminarUn saludo
@arena_infinita
Uf David pues entonces la policía tendría mucho trabajo y el bar cada vez menos claro.
ResponderEliminarUn buen relato lleno de misterio, parece un guión para una película de cine negro.
Saludos.
Qué buen final. Inesperado.
ResponderEliminarSaludos.
Me chirría un poco lo de los agentes del Centro Nacional de Inteligencia - Madrid. Por el resto es estupendo.
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