Ese maravilloso viaje que le habían prometido cambió su vida,
su sueño de convertirse en modelo de alta costura la trajo hasta aquí. Cada atardecer escribe a su madre contándole sus éxitos sobre la pasarela, la
última entrevista que le han hecho y la
manera en que se la rifan los diseñadores, después se viste despacio, sacude
los zapatos para escupir las cucarachas que se refugian en ellos y espera la
llegada de su chulo que, entre empujones, la baja a la calle para que, un día más,
venda su cuerpo en las sórdidas noches de la gran ciudad.
En pocas palabras describes como la desilusión personal no quita la capacidad de ilusionar a otra. Muy acertado relato.
ResponderEliminarEl contraste entre tanto éxito y tanta miseria en tan poco espacio está muy logrado.Me gusta mucho.
ResponderEliminarOjalá y tu mensaje sirva de alerta a mujeres incautas que se creen ofertas de empleo en el extranjero, y caen en las garras de traficantes de humanos.
ResponderEliminarTriste... pero real.
ResponderEliminarSaludos.
Y cuántos hijos hacen lo mismo en sus respectivos trabajos. Triste quimera, como dices.
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