En aquella cripta los libros languidecían, su atmosfera aséptica evitaba la desintegración; se construyó para salvaguardar todo el saber humano. Durante milenios nadie entró allí.
Aquellas páginas que rememoraban a sus creadores, se desbarataron en millones de microscópicas motas de polvo cuando la cautelosa garra abrió la puerta.
Qué buen relato, todo ese saber milenario, que, en realidad no servía para nada, nadie podía llegar a él.
ResponderEliminarSaludos Elysa,
Ahí quedó esa civilización: solo polvo. Buen micro apocalíptico.
ResponderEliminarA los libros hay que airearles como a las sábanas...Es la única manera de que vivan...
ResponderEliminarBesos desde el aire
¡Qué susto! Tú siempre tan misteriosa, Elysa.
ResponderEliminarUn beso.
Bello texto. El saber encrrado no sirve de nada. legado el caso, para guardar el conocimiento en caso de necesidad, me quedo con el Proyecto Farenheit 451 o de los hombres-libro.
ResponderEliminarElysa, casi ni me entero de este micro. Es curioso que entre los libros no hubiera ninguno de como se deben conservar. Muy en tu estilo, el relato hace pensar. Los libros deben estar para leerse, son seres vivos.
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