El niño llegó hasta su madre pegando saltos frenéticos y risotadas. La llevó jalando con impaciencia. En la recámara apuntó hacia el retrato del Sagrado Corazón de Jesús, quien les concedía un gesto apacible de su rostro barbado, justo desde el mismo sitio en la pared donde un día antes -en el mismo marco de madera- el Divino Niño Jesús levantaba sus bracitos hacia el cielo.
"¡Creció!" Gritó el chiquillo resplandeciente de fe y devoción ante aquel milagro. Gloria se quedó atónita. Mientras su hijo aplaudía y se contorsionaba, ella aguantaba el aliento, tratando de encontrar una explicación amorosa para su acto de redecoración.
Belleza, inocencia y misterio.
ResponderEliminarJa, qué bonito!!!
ResponderEliminarGracias amigos, y que disfruten los maratones de cine cristiano en la t.v.
ResponderEliminarMuy buen relato.
ResponderEliminarMi señora le hablaba siempre del angelito de la guarda a Melisa.
Y un día, la pequeña la llevó, toda alborotada, hacia la mesa de noche de su camita. Ahí se hallaba la estatuilla de un angelito... comprada para la ocasión.
Casi lo mismo que en la historia.