Algún día se enterarían de quién era el que movía el espejito, pero los alumnos estaban tan nerviosos que ni siquiera se daban cuenta. Un distraído gesto con la mano y después aquel: “¿Está seguro de que el espejo retrovisor está en una posición correcta?”, que hacía descender varios grados la temperatura del interior del coche. Había algo perverso en ella ¿Qué podía hacer ante una examinadora así? Sabía cuánto disfrutaba suspendiendo a la gente a cualquier precio. Casi tanto como yo mirándole las piernas.
¡Buen micro, Budoson!
ResponderEliminarSi aceptas una sugerencia, no repetiría el título en el arranque. Simplemente arrancaría con: "Los alumnos ..."
Un saludo,
Gran relato de los devenires hormonales de estudiantes y maestras.
ResponderEliminarMe gusta, jajja, sobre todo porque soy profesor de autoescuela.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias a los tres. Sr. Goadheart, me he quedado a cuadros. ¿Alguna historia parecida de la que haya sido testigo o (¿por qué no?) protagonista?
ResponderEliminarMenudo caradura, je, je, je.
ResponderEliminarMe ha gustado