Juan Ramírez tiene un hermano exactamente igual que él. Se parecen tanto que su madre los ha confundido siempre. Los remolinos del pelo están en el mismo lugar y los lunares son los mismos, aunque hay rasgos que les caracterizan, como la sonrisa de medio lado de Juan o el guiño del ojo izquierdo de Luis.
Una mañana Juan se despierta y sabe que no es él, sino Luis. Se siente demasiado contento. Se mira al espejo y ve a Luis, con su sonrisa bobalicona, igual que la suya. Guiña un ojo para cerciorarse, pero el reflejo no le convence. Su hermano Luis o Juan no está en casa. Y su madre no sabría decir quien es él y quien se ha ido.
Joper, Anita ¡olé!
ResponderEliminarSiempre me han encantado las historias sobre gemelos y confusión de identidades. En este caso, que el propio niño no sepa quién es él mismo, es una vueltecita más. Me ha gustado muuucho. Muacs ;)
Pobrecito, eso de no saber si uno es uno mismo debe ser angustioso. Me encanta que la madre no sepa sacarle del apuro, que siempre hay una madre salvadora!! Estupendo Anita.
ResponderEliminarAbrazos.
Muy bueno Anita.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Es lo que tiene los gemelos estas tan unidos
ResponderEliminarBesos
Tanto asi como para confundirse ellos mismos.
ResponderEliminarLindas letras nos entregas.
Besitos de Arte
Hola Anita, Creo que este relato ya te lo leí en algún blog. La calve de tu relato está en lo contento que se siente al verse "su hermano". Esa sonrisa bobalicona es la que la madre desprecia y aprecia para distinguirlos. El celo entre hermanos o como la madre tiene preferencias por Luis. Es triste este relato, Muy bien montado, felicidades.
ResponderEliminarTomaando la libertad de diagnosticar psiquiátricamente sin licencia, te digo que éste es un caso de gemelitis extrema, con mimetismos agudos que les confunden y dan a ver que la mamá y los gemelos están más locos que un apache abandonado en Siberia.
ResponderEliminarera de esperar tanta confusión, saludos
ResponderEliminar¡Vaya confusión! ¡que mal rollo!.
ResponderEliminarEs triste querer el lugar del hermano y esa maddre que no sabe decir quién es quién.
ResponderEliminarAnita, esto es subrrealismo puro y muy divertido. ¡Me encanta!
ResponderEliminarNo sé si ya te lo dije en tu blog o en La Esfera, pero, sea como sea, lo repito, me ha encantado. Por cierto, ¿dónde está el que falta?
ResponderEliminarUn beso
Ya lo había leído en tu blog, y la relectura me confirma que usas tu aparente sencillez narrativa para decir muchas cosas, para hablar de la tortura de no tener identidad o del alivio más inconfesable por desaparición de rival... etcétera. Es inquietante esta simetría que se libera.
ResponderEliminarBesos.
Jolines, eso es confundir..pero creo que yna madre y un padre los distinguiría,,jeje, un beso desde Murcia...seguimos...
ResponderEliminarLo intenté poner el otro día pero bloguer no me dejó.
ResponderEliminarUn honor tener este magistral micro en El Microrrelatista.
Ya te lo dije en tu blog, Ana, Muy bueno.
Besos
Lo leí inicialmente en tu blog y me pareció estupendo.
ResponderEliminarAsí que reitero aquí mi parecer y te felicito, Ana.
Un saludo.
Jope, me había despistado... ¡qué alegría tantos comentarios!
ResponderEliminarA veces uno no sabe ni quien es, si encima tuvieras un gemelo.
Eso... ¿y donde está el otro (Juan o Luis)?
Carlos de la Parra, me encanta lo del apache abandonado en Siberia, me lo apunto!
Gracias por vuestros comentarios, que enriquecen el texto.
Abrazos