El hombre del traje gris, enamorado, descuidó su vestuario con notas de color y una clave de sol en su rostro. Hasta ahora me suena interesante, voy a segir leyendo. La culpa fue de Rosita con su piel de melocotón y su carita de primavera. Va bien, aunque empalaga un poco, quizás necesite un pequeño cambio argumental... Rosita tenía movilidad limitada y necesitaba cuidados continuos. Y esas espinas... Esto suena casi definitivo, veamos como sale de esta. Y ese olor... que hizo que un día, decidiera hacer más que evidente tanto cambio en su vida. ¡Uf!, me va a saltar el corazón, ¿qué pasó? ¿quién cambió? Armado con unas tijeras de acero inoxidable con aislante de ese de plástico negro y empuñadura ergonómica, fabricadas en un polígono industrial de la ciudad de Zhengzhou, separó a Rosita de su largo talle, de un corte preciso, y la colocó en el ojal de su solapa gris, para dar un toque fashion a su traje y olor embriagador a su vida. ¡Va, qué decepción!, el hombre del traje gris no era más que un cazador de trofeos... y el final totalmente previsible.
bicefalepena
Graciosa la historia...sobre todo los comentarios del lector-autor.
ResponderEliminarA si no dejas que el lector se pierda. Ya se lo das todo pensado.
Jejeje.
Pero me ha gustado... y mucho!!!
Saludos desde el aire.
Otra de tus geniales originalidades, Bicefa (no te estaré alabando mucho? A ver si todavía te vuelvo vanidoso... Noooo, jamás podría)
ResponderEliminarBesos
Me gustó mucho el detalle de la introspección y el auto juicio.
ResponderEliminarOriginal modo de contar una historia, aunque... bueno, en realidad son dos historias entrelazadas. Me ha gustado el experimento. Un abrazo.
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