lunes, 9 de mayo de 2011

El pan de los desdentados

Decir que la China era linda es ser tacaño de adjetivos; era un tremendo pedazo de hembra, dueña de unas piernas increíbles que terminaban en un culo redondo, turgente, una cintura así de chiquita y esas tetas, ¡por Dios!, esas tetas. Cuando entraba en el mercadito se hacía un silencio de iglesia; que semejante bestia existiera y fuera nuestra vecina nos hacía sentir favorecidos por las leyes divinas.

Tenía un solo defecto visible: el marido, un pobre empleaducho municipal con cara de pelotudo, destinatario de nuestra más profunda envidia. Había vivido siempre en la cuadra, lo conocíamos desde que eramos chicos. Si no fuera porque la China le había dado bola, no salía del montón.

Creo que fue Tito el que vino con el cuento que nos dejó atónitos a algunos e indignados a otros. Lo vio saliendo de un telo con una gordita desteñida, a los besos.

5 comentarios:

  1. Si es que el ser humano tiene esas cosas, siempre deseando lo que no tiene, siempre menospreciando lo que tiene. Algún día aprenderemos. Muy sugerente esa descripción de la china... Besos.

    ResponderEliminar
  2. ficcionalizando la famosa ley del embudo ! excelenteee!!!!!

    ResponderEliminar
  3. Conocía este micro brutal (de bueno, quiero decir)

    Un beso, Malena

    ResponderEliminar
  4. Me encantó, todo, la historia y las palabras.

    ResponderEliminar

Pon un comentario. Nos gusta que nos leas pero también nos gusta saber que nos has leído.